Hace pocos días publicamos un artículo acerca de la alerta en Japón por posible contaminación radiactiva de los alimentos, que se desencadenó a raíz del terremoto y tsunami, y posterior crisis nuclear en la costa este de la isla nipona. Lo cierto es que, desde entonces, a pesar de haber empeorado la situación, las informaciones que se han ido vertiendo a diario acerca de este grave suceso, han incidido más en la extensión de las partículas radiactivas por todo el mundo desde un punto de vista medioambiental o incluso meteorológico, que en la existencia de un peligro real desde el punto de vista nutricional.
No obstante, ante el temor a la expansión de una ola de miedo que merme sus ventas, algunos distribuidores de productos originarios de Japón han optado por sustituir los ingredientes de sus recetas, por otros equivalentes procedentes de China o de Corea. Asimismo, para curarse en salud, estas empresas han decidido informar a los consumidores de la «limpieza» de sus productos a través de etiquetas de información que aseguran la no radiactividad de los mismos. Un hecho más simbólico que práctico que nos invita, no obstante, a seguir al pie de la noticia por lo que pudiera pasar.