La idea de comer poco para vivir mucho no es una novedad. De hecho, se trata de una evidencia admitida por la medicina y que está relacionada con la oxidación y el desgaste celular asociado a los procesos digestivos. Existen también teorías que relacionan el hambre con la logevidad, en función de reacciones biológicas que hacen que aumenten las defensas de los individuos con el fin de que el organismo sea más resistente y aguante hasta la llegada del alimento.
De cualquier modo, las recomendaciones de comer poco para vivir más pasan por reducir el número de ingestas diarias evitando las comidas entre horas en la medida de lo posible, por limitar el número de calorías a lo estrictamente necesario, por masticar mejor y comer más despacio, y por no llegar nunca a saciarse por completo.
En el refranero popular se pueden encontrar numerosos ejemplos que apoyan la teoría de comer poco para vivir más. He aquí algunos de los más conocidos: «el poco comer y el poco parlar, no hizo nunca mal», «come poco y cena temprano si quieres llegar a anciano», «el comer a muchos mata, y la dieta a muchos salva», «come poco y cena poco, pues la salud se fragua en la oficina del estómago», «comer mucho de nada y un poco de todo», «de hambre a nadie vi morir, de mucho comer, a cien mil», «de copiosas cenas muchas sepulturas están llenas», etc.
Pienso que la dieta equilibrada y el saber comer son el motor de la vida. Es muy importante y muchas veces no se valora como tendríamos que tenerlo de presente en nuestra vida cotidiana para cuidar nuestra salud.