Comer es un acto cultural y social. Siempre se ha dicho que en la mesa se conoce a las personas mejor que en ningún otro ámbito: sus gustos, sus manías, sus modales, etc. Una comida puede ser, por tanto, la mejor forma de desnudarse ante alguien (figuradamente hablando, claro), una realidad que será aún más intensa si optamos por cocinar nosotros mismos, al ser la gastronomía el legado de nuestros antepasados, y una expresión evidente de nuestra cultura y de nuestra educación en general.
Es por eso que compartir la comida no es ni mucho menos una cuestión meramente alimenticia, sino un acto social de gran valor que puede servir para mil cosas: para romper el hielo con una chica que nos gusta, para conocerla a fondo y, llegado el día, pedirle que se case con nosotros; para conocer amigos y descubrir algún que otro enemigo, para hacer negocios, etc.
Lo que parece claro es que, en general, las personas preferimos comer juntos a hacerlo solos. Por eso me ha parecido muy interesante la iniciativa de la web Eat with me, cuya finalidad es crear eventos gastronómicos (o sea, comidas, cenas, desayunos o meriendas) y hacerlos públicos con el fin de que se apunte quien quiera. ¿Compartir la comida y compartir la propia presencia de cada uno como vehículo dinamizador de las relaciones entre las personas? ¿Pero esto no estaba inventado ya? Y es que, en Internet, a veces la propuesta más genial nace de la idea más elemental y cotidiana.
Foto: Eat with me