Arándano rojo: fruta de la eterna juventud

Hubo una serie de dibujos animados de TV en mis años de infancia, que me hizo creer en los gnomos y en su eterna juventud. De hecho, aún sigo creyendo en ellos, pero ahora que conozco las propiedades de los arándanos rojos -los famosos Cranberries-, cuyo arbusto crece en abundancia en los bosques de forma natural, sé que los más de 500 años de esperanza de vida de los que presumían los gnomos, tenían una explicación lógica.

También en mi infancia, recuerdo haber pasado largas tardes en verano recogiendo bayas de arándano rojo del jardín de la abuela de una amiga. Por aquellos entonces, ya sospechaba de la presencia de pequeños y esquivos seres barbudos en aquel jardín, pero no imaginaba que la razón de su presencia tuviera algo que ver con los arándanos. Ahora que lo sé, os lo tengo que contar.

Los arándanos no son excesivamente sabrosos si se comen directamente. Son algo ácidos, y dado su pequeño tamaño, tienes que introducir un buen puñado de ellos en la boca si quieres disfrutar de su sabor. Pero utilizados en repostería, como cobertura o relleno de pasteles y tartas, en batidos, postres, o incluso en mermeladas, son exquisitos. Pero lo mejor de los arándanos no es, como ya os he dicho, su sabor, sino el altísimo contenido en antioxidantes que poseen, que los convierten en la fruta de la eterna juventud.

Y es que a falta de bayas goji, cuya fiabilidad (al menos la de las que llegan a los supermercados de Occidente) ha sido puesta en entredicho debido a las sustancias tóxicas que han sido halladas en algunas muestras, las propiedades beneficiosas de los arándanos para la protección de las mucosas del estómago, para la mejora del sistema cardiovascular, para el reforzamiento de las defensas, para combatir el cáncer y las infecciones de orina; están más que probadas. O si no, que se lo pregunten a los gnomos.

Foto: Aechempati