Hace unos días navegando por este mundo del Internet, me topé de golpe con un artículo en elmundo.es cuyo título me llamó tanto la atención que no puede evitar leerlo, ¿por qué no puedo comer sólo una patata frita?. Y es que creo que todos hemos dicho alguna vez con ciertos alimentos eso de «esto es como las patatas, que no las puedes dejar de comer hasta que no se terminan».
La respuesta a la pregunta es curiosa, ya que en ese estudio realizado con roedores, por investigadores de de la Universidad de California, se ha llegado a la conclusión que el ser humano tiene una predisposición genética a comer alimentos con grasa y no poder evitarlo.
Esta predisposición que nos llega de cuando nuestros ancestros necesitaban tomar hasta la última gota de grasa que se les ponía por delante al escasear en la naturaleza, ha hecho que nuestro organismo haya desarrollado una curiosa «afección» (entiendo afección en sus dos significados o sea, como afición y como enfermedad, porque desde luego para mí esto es un castigo divino), y es que cuando a la lengua se la expone a alimentos ricos en grasas, esta pasa una información al cerebro que genera unas sustancias neurotransmisoras que hace que se despierte la gula. Estas sustancias químicas hacen que no podamos comer solo un trocito del alimento grasiento… Hay que comerlo todo!!!.
La verdad es que no sé si me alegra saber el resultado de este estudio, ya que ahora sé que, además de luchar con una fuerza de voluntad de la que no tengo mucha para no tomar ese chocolate, esa panceta o zamparme la bolsa entera de patatas, sé que también tengo que luchar contra la genética heredada de hace miles y miles de años… Me conformaré con pensar que el estudio está hecho con ratones y que extrapolarlo a los seres humanos tan alegremente puede parecer lo más sencillo y normal, pero no creo que los roedores y nosotros nos parezcamos tanto, ¿no?.
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