Gravar los alimentos ricos en grasas saturadas con impuestos especiales, se ha convertido en una moda a la que ya se han sumado muchos gobiernos, no sabemos si preocupados realmente por la salud de los ciudadanos a los que representan, o si movidos por el interés de engordar las arcas del estado. Quienes nos seguís a diario, en las últimas semanas habréis podido leer las noticias acerca del impuesto sobre los alimentos con grasas saturadas aprobado en Dinamarca, o de la tasa aplicada en EE.UU. sobre los restaurantes de comida basura.
Y es que en plena crisis, alimenticia y económica, todas las medidas son pocas para crear conciencia sobre la importancia de elegir bien lo que se lleva uno a la boca, o como decía, para inyectar un dinerito extra que sirva, por ejemplo, para compensar los gastos que la mala alimentación de la sociedad genera anualmente a los estados.
Esta vez le ha llegado el turno a Hungría, donde desde el 1 de septiembre los fabricantes tendrán la obligación de pagar una tasa de 0.37 € por cada alimento que contenga grasa, azúcar o sal por encima del límite establecido por el propio gobierno húngaro. Además, han anunciado una subida anual de dicho impuesto, en lo que parece un posicionamiento claro en favor de la comida sana. Esto, en un país no especialmente azotado por la ola de obesidad que golpea, por ejemplo, a Estados Unidos o a España. Ojalá funcione esta medida, aunque yo sigo pensando que las imposiciones, aunque nos toquen la pela, como en este caso, son sólo un parche frente al poder de la educación.