Me gusta cocinar, pero no siempre tengo tiempo para cocinar. Hace años, cuando las mujeres vivían relegadas por obligación al papel de amas de casa, éstas pasaban las mañanas ocupadas con las tareas domésticas y cocinando para sus maridos, para sus hijos y para sí mismas. De esta forma, el hombre podía permitirse trabajar, y volver relajadamente a casa con la conciencia de que sobre la mesa del comedor le esperaría un delicioso plato humeante, listo para ser comido. Eran otros tiempos. Hoy las mujeres han conquistado casi por completo el terreno del que nunca se les debió privar, aunque aún hay mucha tela que cortar. La única consecuencia negativa que se me ocurre de todo esto es que los fogones de las casas de este país se han quedado huérfanos. Y es que, para qué engañarse, hay que reconocer que en cocina, como en la mayoría de las cosas, al menos en España las mujeres son y serán durante mucho tiempo las dueñas y señoras. De hecho, siempre me ha sorprendido que los chefs mediáticos hayan sido siempre hombres. No tiene sentido.
El caso es que la incorporación de la mujer al mercado laboral ha provocado, a lo largo de los últimos cincuenta años, un cambio en la realidad cotidiana que deja muy poco tiempo a las familias para hacer la comida. Nos gusta cocinar, pero no siempre la obligación nos asalta en el momento más oportuno del día, y nos apetezca o no, por suerte o por desgracia nos diseñaron para comer todos los días, y varias veces. Tampoco tenemos tiempo para educar a nuestros hijos, pero eso es otro tema. Lo que no se entiende es que, en una sociedad capitalista como la nuestra golpeada, además, fuertemente por el paro, todas y cada una de las necesidades no estén cubiertas por sus respectivos servicios. O nos falta iniciativa, o pecamos de tradicionales.
Todo esto viene a cuento porque esta semana se ha hecho pública la constitución de cinco cooperativas muy especiales compuestas íntegramente por mujeres del entorno rural, con la financiación del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM). La actividad de éstas será la elaboración de comida casera y su posterior reparto a domicilio, un serrvicio del que se espera que se puedan beneficiar trabajadores de los ayuntamientos, personas dependientes, ancianos, etc.
Soy consciente de que cualquier cambio de conducta requiere un periodo de asimilación para cualquier cultura o grupo social, y por eso creo que la adopción de nuevos hábitos laborales (como la implantación de la jornada continua) y cotidianos en España, que den cabida al desarrollo de una actividad hostelera relacionada con el servicio de comidas a empresas y a domicilios a precios competitivos, y que además nos permita comer comida de calidad sin sudar la gota gorda para tener que elaborarla; es precisamente eso, una cuestión de tiempo.
Foto: Cushing Memorial Library Archives
Buena reflexión Ricardo, como mujer me ha gustado mucho el post. Gracias por querernos tanto.
Bueno, a ti te quiero especialmente 😉 Muchas gracias a ti.