La crisis del ladrillo nos ha tocado a todos, a unos más y a otros menos. Pero no vayan a pensar que el título del artículo va por ahí. Afortunadamente, no soy de los que invirtieron en el ladrillo, así que ahora no tengo la necesidad de comérmelos. Antes de que la crisis nos asaltara, invertí en lo mismo que había estado invirtiendo hasta ese momento, y en lo mismo que voy a seguir invirtiendo durante el resto de mis días, a no ser que la vida me cambie inesperadamente: en disfrutar. Un fondo de inversión sin intereses y de beneficios garantizados. Y en el disfrute diario, la comida desempeña un papel esencial.
No, tampoco me voy a contradecir ahora. En el título he escrito «en ocasiones como ladrillos» emulando al niño de El sexto sentido, ése que decía «en ocasiones veo muertos», y me reafirmo: en ocasiones como ladrillos. Y para muestra, una foto, la del post. Lo que se ve en ésta, es un plato de macarrones que me comí la semana pasada y que, si bien como receta no tiene mucho que contar (macarrones cocidos de los grandes, sin aceite, y con salsa casera de tomate, cebolla y orégano), me resultó llamativa por la inesperada forma que tomaron cuando fui a comérmelos.
Mis macarrones ladrillo no sabían a arcilla. De hecho, estaban estupendos, y con un poquito de queso rallado les di el cemento -digo el toque- que estaban pidiendo. La forma de ladrillo surgió fruto de la casualidad, ya que los macarrones los cociné el día anterior y los metí en un tupperware para conservarlos en el frigorífico. El caso es que cuando los saqué para calentarlos, y vi la forma compacta de ladrillo con la que se quedaron sobre el plato, me apeteció comerme un ladrillo en lo que consideré un rito particular en deshonor a la crisis. Me comí un ladrillo como aquél que se come un pedazo de la crisis. Y me sentó muy bien, oigan.
Ojala me resultara tan sencillo y tan apetitoso comerme los ladrillos que forman mi piso de Madrid y quitarme la hipoteca de encima, jejejeje. Curioso post Ricardo, curioso y muy bueno.