La crisis está haciendo estragos. En los hogares, cada vez es más difícil administrar el jornal para comer bueno y bien a diario, y llegar a fin de mes sin números rojos en la cuenta corriente. Pero hay otra crisis aparte de la económica, en este caso de índole cultural, social o educativo, que nos está convirtiendo progresivamente en urbanitas altamente tecnificados e ignorantes de nuestro entorno natural y de nuestra tradición.
Antiguamente, casi cualquier persona era capaz de componerse una ensalada con lo que cogía en un paseo de media hora por el campo, y aunque es obvio que la crisis económica aún no acucia en general como para tener que comer de lo que se encuentra por el campo o por la calle, yo creo que es una pena que se haya perdido la sabiduría popular de nuestros ancestros, o la curiosidad por las cosas que ofrece la naturaleza, que en realidad es la que nos lo da todo, aunque nosotros lo manipulemos, lo trasformemos y lo compremos todo envasado.
Hoy en día, cualquiera se siente poderoso y sabedor de todo lo necesario cuando pasea por suelo asfaltado en compañía de su pantalla luminosa -la del iPad, la del móvil, la del iPod-, pero se transforma en el campo en un perfecto analfabeto. Y tampoco hay que irse al campo para encontrar hierbas o frutos comestibles; en los parques de nuestras ciudades no es demasiado difícil localizar algo que llevarse a la boca. Os sorprendería comprobar en qué medida es esto así.
Existen frutos que llaman la atención a simple vista en el paisaje urbano, como los piñones, las mandarinas y naranjas, los higos que cuelgan estos días de las higueras de algunos parques y paseos, las moras de las moreras o las de las zarzamoras, los dátiles, etc. Pero si afinamos un poquito más la vista y nos centramos en las pequeñas plantas, no es difícil encontrar en el corazón mismo de cualquier ciudad hierbas o especias como la caléndula, las pamplinas, la hierbabuena, la menta, el orégano, el romero, el tomillo, el perejil, la albahaca, la lavanda, etc.
Salir al campo significa multiplicar por mil las posibilidades de llenar nuestra despensa de frutos, de verduras, de tubérculos, de plantas aromáticas, etc. Pero claro, a la hora de tocar, de oler y de gustar, de poco sirven las pantallas luminosas. Para saber identificar comida en la naturaleza o en los vergeles urbanos y no incurrir en un error fatal, conviene ir acompañado de alguien que sepa. Pero si levantas la cabeza de tu móvil o de tu tablet mientras paseas por la calle, o por las inmediaciones de tu pueblo o ciudad, sobre todo en verano, no te costará regresar a casa con una bolsa llena de higos y de moras como las que cogí yo ayer mismo. Sirva la foto de prueba.
😀 hace poco este cogiendo piñones de un parque de Madrid… Es verdad que la gente ya no se molesta ni se interesa por las cosas de la naturaleza… ¿desconocimiento o falta de interés?
Muy bueno Ricardo, estoy de acuerdo con vos, cuando voy por el campo con mi madre ella sí que mira el suelo y dice «mira arromazas, qué rico está el potaje con ellas, cardillos, pamplinas, esto es romero o albahaca o poleo….».
Eso sí, te aseguro que unas buenas moras no las dejo pasar como las vea, y como vea una higuera con higos, me los comería todos si pudiera… Solo tengo una pena, no saber distinguir las setas para ir a cogerlas por mi misma, porque hay pocas cosas que me gusten más que un buen paseo por el campo.
por el campo tambien encuentras hinojo,que esta rico fritito,aparte tomillo y farigola,con este producto te haces una infusion,y si tienes conjuntibitis,te lavas los ojos y te curas ya no te escuecen,y no sete pegan los parpados.
Como bien dices, en el campo lo tenemos todo. Hay una hierba para cada necesidad en cocina, para cada sabor, pero también para cada mal… Un día me meteré más en materia; en este artículo me he querido ceñir más a lo que tenemos a tiro de piedra en nuestras propias ciudades. ¡Un saludo Jordi!
Llamadme snob, pero yo antes de comer algo que encuentre en la ciudad (no hablo del campo aunque con matices también opino lo mismo) me lo pensaría muy mucho. A saber lo que le han echado (queriendo o sin querer).
Estoy de acuerdo en que deberíamos recuperar la capacidad de conocer y reconocer lo que nos rodea.