Desgraciadamente, en muchas ciudades han desaparecido los típicos mercados de abastos, que hace no muchos años eran punto de reunión de nuestras madres y abuelas, y que servían de interacción entre las familias y los comerciantes. En ellos se podían encontrar y comprar los mejores alimentos de temporada a los mejores precios, además de disfrutar entre una multitud de puestos de comida y la compañía y el encanto de los vendedores.
Aunque para mi, los mercados de abastos nunca deberían desaparecer de ninguna parte ni perder su esencia (y todo el mundo debería tenerlos en cuenta en sus compras), la realidad es muy distinta, ya que el ritmo de vida que llevamos, por desgracia, no los hace ser prácticos. Por ello, y para poder subsistir, estos se han tenido que renovar para ofrecer a los posibles compradores productos alimenticios de toda clase, índole y condición.
Uno de los primeros mercados que se adaptó a los nuevos tiempos, fue el Mercado de San Miguel en Madrid (aunque el precursor fue sin duda «la Boquería» en Barcelona, en 2001). Un mercado que estaba desahuciado hace no muchos años, y que gracias a una ampliación en su horario, la posibilidad de degustar en el mismo mercado los productos que se venden o poder contar, por ejemplo, con el asesoramiento de un «personal shopper»que te ayude a convertirte en todo un experto gastronómico para no confundirte en el momento de hacer la compra, han conseguido que este precioso y céntrico mercado sea en la actualidad, además del típico mercado de abasto en el que comprar los mejores productos, un centro al que asisten cada día turistas y vecinos de una amplia y variopinta personalidad.
Foto: jlastras