Ayer viernes tuvo lugar en Lima la inauguración formal de la feria gastronómica Mistura, un evento que contará como cocineros invitados con los primeros espadas de la gastronomía mundial, entre ellos los integrantes del llamado G9 del panorama gastronómico internacional: Ferran Adrià, René Redzepi, Michel Bras, Massimo Bottura, Dan Barber, Alex Atala, Gastón Acurio y Yukio Hattori. Mistura, un acontecimiento sobradamente consolidado y de referencia en el calendario anual de eventos gastronómicos, es una muestra más del grado de desarrollo, de madurez y de éxito de la gastronomía peruana, y de su repercusión en el resto del mundo.
La cocina ha conseguido más que ninguna otra cosa que el nombre de Perú resuene en el planeta en los últimos años, una causa que ha aunado los esfuerzos no sólo de la abultada familia de gastrónomos peruanos de prestigio, como Gastón Acurio, Ciro Wantanabe, Jaime Pesaque, Astrid Gutsche, Mitsuharu Tsumura, Rafael Osterling, Toshiro Konichi, etc.; sino también del propio gobierno peruano -volcado en el esfuerzo de conseguir que su gastronomía sea reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO– y de la crítica internacional.
En los días previos a la apertura de puertas de Mistura, se han dicho cosas muy bonitas en Perú, que yo como español aprecio de forma especial. Destaco sobre todo las palabras del chef Gastón Acurio, uno de los grandes, quien el jueves apuntó a la gastronomía de Perú como elemento de unión de todos los peruanos, un arte que, además, «ha logrado que más allá de sus fronteras ya no hable de terrorismo, de violencia, ni de corrupción». Se podría decir que Perú es a la gastronomía latinoamericana lo que Francia fue a Europa en su momento con la exportación de los valores de la nouvelle cuisine, o lo que es hoy España con su cocina de vanguardia.