Durante los últimos días se viene promocionando en toda España la celebración del II Festival Gastronómico Centroamericano, que tendrá lugar entre los próximos días 11 y 14 de octubre en Madrid, un evento que al fin traerá a la capital las primeras lluvias de otoño. Me refiero a la lluvia de sabores, de colores y de aromas, en forma de alimentos, comidas y bebidas, típicas de países hermanos como Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua o Panamá.
Mientras nos preparamos para el desembarco en España del ceviche de pescado, del pulpo a la plancha con pimentón picante, de las croquetas de langosta y coco, de la catrachita hondureña (torta de maíz con frijoles y salsa chismol, tomates marinados con cilantro, cebolla roja y queso seco rallado), del chifrijo (mezcla muy sabrosa hecha a base de arroz, frijoles, cerdo cocido, tomate, chile, cebolla y cilantro), así como de los ricos cócteles tropicales; a mí me ha dado por pensar en la cantidad alimentos que vinieron de América hace 500 años, y de los platos, hoy típicos de nuestra gastronomía, que no existirían de no haber sido por esta extraordinaria herencia.
Es más, me parece increíble pensar que nuestros antepasados que vivieron antes del 1500, no llegaron a catar en sus vidas alimentos como el chocolate, el tomate, las patatas, la vainilla, el aguacate o el maíz. ¿Cómo pudieron resistir sin chocolate nuestros ancestros colonizadores y habitantes del continente Euroasiático hasta el descubrimiento de América? Pensad que de no haber existido América, Europa y el resto del mundo no sólo hubiera estado huérfano de la riqueza humana, cultural, ambiental, turística, artística o arqueológica del viejo nuevo continente, sino que además nuestra gastronomía hubiera subsistido coja de por vida. Y lo peor de todo: sin que nadie lo sospechara, ya que el chocolate no existe para quien no ha probado nunca chocolate.
Sin América, no hubiera existido jamás la tortilla española de patatas, ni el gazpacho de tomate, ni el salmorejo, ni el ketchup, ni los kikos fritos, ni la crema de cacahuetes, ni los dulces de vainilla, ni las palomitas de maíz, etc.; ni tampoco se fumaría, aunque esto es lo menos malo de todo lo que se me pasa por la mente. Resuena en estos momentos la voz de Nino Bravo en mi cabeza entonando eso de América, América, todo un inmenso jardín esto es América. Cuando Dios hizo el edén, pensó en América…