Hay comidas, productos o alimentos, que están presentes en nuestras vidas desde que los tomábamos triturados y en potito, o desde que sin tomarlos, los escuchábamos de boca de nuestros padres en los cuentos con los que nos inducían al sueño. Yo recuerdo perfectamente un cassette doble con cuentos que mi madre nos ponía a mis hermanas y a mí cuando nos poníamos malos, y ahora que pienso en ellos, me doy cuenta de que en los cuentos ha existido siempre una extraña obsesión por la comida.
Fijaos: a Blancanieves, una manzana envenenada por una malvada bruja casi la manda para el otro cuento; la Cenicienta acudió al baile en el que conoció a su príncipe azul en una calabaza, nada más y nada menos; a Pulgarcito no se le ocurrió otra cosa que tirar migas de pan por el camino para no perderse de vuelta, y claro, se las comieron los gorriones; Hansel y Gretel fueron raptados por otra bruja mala malísima en una casa en mitad del bosque, construida con caramelos, panes, dulces y chocolate; un guisante le robó el sueño a la quisquillosa princesa de La Princesa y el guisante; Juan, el de Las habichuelas mágicas, cambió un burro por un puñado de habas y acabó haciéndose de oro; y una tocaya de éste, Juanita, nos enseñó con el cuento de La lechera lo caro que sale a veces construir castillos en el aire cuando lo único que se tiene sobre la cabeza es un cántaro de leche.
Pero hay muchos más cuentos en los que la comida desempeña un papel crucial. En el de La Cigarra y la Hormiga, se nos invita a llenar las despensas en verano para no pasar apuros en invierno; en el Patito Feo, el miedo de éste a convertirse en asado de Navidad, es lo que le empuja a cobijarse en el bosque e iniciar una nueva vida; y qué me decís de Caperucita Roja, todo un canto a las ganas de comer, empezando por la cesta de ricos dulces que ésta transportaba contenta camino de la casa de su abuelita, y terminando por el afán del lobo de zamparse a todo el mundo. Por no hablar de Peter Pan -en español, Pedrito Baguette-, que no se podía haber llamado Peter Tornillo, o Peter Botón. No, tenía que apellidarse Pan.
Una mención especial se merece la coletilla con la que, no sé por qué, han acabado siempre todos los cuentos: «fueron felices y comieron perdices». Ya veis que el tema del comer es, cuanto menos, obsesivo. Si con esto y todo, a estas alturas no somos todos obesos, es de milagro. No me extraña que las damnificadas perdices hayan creado incluso un grupo en Facebook llamado: la Asociación de perdices en contra de los cuentos con final feliz.
Más allá de los cuentos, en los últimos años se han sucedido las películas de animación para niños -seguramente todas ellas basadas en sus correspondientes cuentos- en las que se sigue haciendo alusión directa a la comida: pensad en James y el Melocotón Gigante, en Charlie y la Fábrica de Chocolate, en Ratatouille, en Lluvia de Hamburguesas (no pueden faltar las alusiones a la comida basura), Wallace y Gromit: La batalla de los vegetales, etc. Pero hoy había venido a hablaros de cuentos, de comidas con cuento y de cuentos con comida, así que aquí me detengo a la espera, como siempre, de que engordéis la lista con vuestras aportaciones.
Foto: Joe Shlabotnik
Pues a mi me has recordado a otro «cuento» que leí de un poquito más mayor… «Como agua para chocolate».se llama, donde la cocina y la comida son claros protagonistas 🙂
Gracias por hacernos recordar esos cuentos… un saludo y colorín colorado… 🙂
¡Gracias a ti por tu dulce aportación, Andrea! Me quedo con el chocolate, y con el vasito de agua para después 😉
Pues a mi se me ha venido a al cabeza, esa romántica y tierna escena de La Dama y el Vagabundo compartiendo el plato de pasta….
Un post muy melancólico. Gracias por rescatar esos pequeños pero grandes instantes 😉
Y que siga el cuento….
¡Sabía que se me estaba escapando un clásico de los clásicos! ¿Quién no ha utilizado nunca el truco del espaguetti para robarle un beso a alguien? Gracias por recordárnoslo, Mamencita.
Sé que no es un cuento, pero también es para niños… Triki, el monstruo de las galletas es, sin duda, el más comilón y mal educado en la mesa de todos los ejemplos para los niños, jejejejeje (pero a mi me encanta, como a él las galletas).
Muy bueno el post Ricardo, muy bueno.
¡¡Galletaaaaas!! Me alegra que te haya gustado. Gracias Sofi 🙂
qué me dices del mítico Barrio Sésamo???
Aceptamos Barrio como cuento con comida, o Sésamo como comida con cuento… 😉 Gracias Rebeca.
la vida misma aveces parece un cuento ¿de que hablamos de comida o de cuentos?