Tilín, tilín, tilín… Las campanas de la cocina resuenan en toda la comarca, y la novia, la nuez, se abre paso entre el jolgorio de invitados. En el altar le espera el novio, el higo paso, nervioso como todos los novios, emocionado como la mayoría, enamorado como casi todos, y deseoso de arropar a su nuez con un abrazo cálido.
Entre los invitados, se puede distinguir a algunas celebridades, como a la dulce sandía -que porta bajo el brazo, como siempre, el libro de las recetas de la felicidad-, así como otros peces gordos de la comarca.
El rito se desarrolla según lo previsto, bajo la atenta mirada del cura cocinilla, quién después de entonar una letanía, rompe la timidez de los novios y el silencio de la sala empujando al uno contra el otro, y desencadenando un apasionado beso del higo y de la nuez que simboliza la unión eterna de ambos en santo gastroevento. ¡Vivan los novios!
En mi tierra, Extremadura, además de la definición recogida en la RAE que relaciona a los casorios con casamientos, se habla de éstos -aunque cada vez menos-, para referirse al dulce elaborado a partir de la unión de una una nuez con un higo paso.
En unos sitios los llaman casorios, en otros casamientos.
Más que una receta, los casorios son una acertada unión, un matrimonio gastronómico perfecto a modo de mini bocadillo, en el que el higo funciona de pan, y la nuez de condumio.
Los casorios o casamientos son una merienda o postre muy típico en otoño, al ser ambos frutos -las nueces y los higos pasos- hijos de sangre de la estación de los atardeceres cortos, pero intensos. Ayer mismo, en uno de esos atardeceres, bajo un cielo encapotado y rojizo, mi cocina fue el escenario de un nuevo casamiento, un casorio múltiple con el que quise rendir un homenaje a las exquisiteces de la abuela, a los recuerdos de la niñez, y a los bocados ricos y saludables.
Gracias Ricardo! Genial que des a conocer esta golosina, así se forjan los conquistadores! Un beso, buen fin de semana 🙂
Gracias a ti, sra. Sandía, por asistir al casorio… La verdad es que éste es uno de los ejemplos de lo extremadamente sencillo que puede ser merendar algo rico, sano y vistoso. ¡Besos! 😉
por cierto, yo soy más bien ácida 😛
Imposible, las sandías cultivadas en Extremadura son de caramelosas para arriba… Además, el ácido corroe, y la receta de la felicidad regenera, como todo lo dulce… 😉
Cuando era pequeña, iba cada tarde después del cole a casa de mis abuelos. (vivían al lado).
Mi abuelo solía darme higos secos con nueces. Y ahora, graci-as a ti, acabo de enterarme del nombre. Él nunca los llamó casorios, y si lo hizo, no me acuerdo. Saludos.
Lo de casorios es una acepción del castúo, el habla extremeña, pero sé que en otros muchos sitios se les conoce como casamientos. Incluso están comercializados. Es curioso, SandeeA también los relaciona con sus abuelos… 😉
He hablado con mi madre, porque como ya dije públicamente sí, soy culpable de no conocer este dulce que se supone típico extremeño, y ella lo conoce, pero sin nombre. Dice que cuando ella era pequeña, los comía rellenos de castañas y bellotas, pero que como más le gustaban a ella, eran rellenos de queso. ¡Q curioso es hablar con los padres de ciertas cosas!, jeje.
mi madre como la de sofi tambien lo comia con castañas y como tu bien dices es tambien un casamiento haber si otro dia nos cuentas como se curan los higos un saludo
Hola Ricardo. Haces bien al traer a este foro productos naturales que antaño fueron base de alimentación y ahora consideramos golosinas. Describes la ceremonia como si de una boda se tratara, pero confundes los contrayentes, seguramente influenciado porque en nuestra lengua el sustantivo «higo» pertenece al género masculino y «nuez» al femenino. No hay que taparse la cara al decir que en ese ritual «higo» es femenino, y «nuez» masculino. Para entenderlo sólo tienes que ir relatando mentalmente la formación del pequeño bocadillo; toma el higo, ábrelo con los dedos, introduce la nuez y presiona para cerrarlo. Cuando las cosas son como son no hacen falta relatos engañosos. La literatura de la picaresca española del Siglo de Oro nos enseña a escribir esos relatos. Un cordial saludo. Pepe.
Hola, amigo. Líbreseme del peso (al menos en este caso) de superar el ámbito de lo meramente gastronómico para adentrarme en el terreno de lo literario, máxime con tan elevadas pretensiones. En todo caso, por apuntillar, le diré que en mi mente no cabe cerrazón en la asociación directa y única de «introducir» con lo masculino y de «ser introducido» con lo femenino. Digamos que en el momento de asignar papeles, entre bambalinas, al higo le puse el disfraz de novio y a la nuez el de novia de forma un tanto casual.
Muy agradecido de su perspicaz y divertido mensaje, Alif.
Saludos.