Bilain (Cisjordania), 8 nov (EFEAGRO).- Hace mucho que la recogida de la aceituna dejó de ser una época alegre en los territorios palestinos: el muro que impide a los agricultores acceder a sus tierras, los ataques de colonos judíos y la destrucción israelí de olivos convierten la cosecha cada año en un tiempo de amargura.
El olivo para los palestinos es mucho más que una fuente de ingresos, es un símbolo de su conexión con la tierra y una parte fundamental de su cultura donde el aceite de oliva nunca falta en la mesa. Casi la mitad del terreno palestino cultivado son olivares, de cuyos frutos viven unas cien mil familias, para muchas de las cuales cosechar es una carrera de obstáculos. El muro levantado por Israel en Cisjordania impide el paso de cientos de palestinos a sus tierras y las deja a merced de los colonos judíos que han arrancado, cortado o quemado 7.500 olivos entre enero y septiembre de 2011, según datos de la oficina humanitaria de la ONU (OCHA). En el 91% de los casos denunciados, nadie ha sido imputado.
El Ejército israelí deniega a miles de palestinos el permiso para entrar en sus tierras por «motivos de seguridad», lo que les impide regar, cuidar y podar sus árboles. A los más afortunados en estas fechas les permiten entrar unos días a recoger la aceituna. Es el caso de Omar Jatib, de la aldea de Bilain, vecina al asentamiento ultra-ortodoxo de Modin Illit que, hace unos días, esperó más de cinco horas desde el amanecer a que un soldado abriese la puerta del muro de hormigón que le separa de su campo. «La tierra era de mi padre. Tenemos cientos de olivos y somos 16 herederos, cada uno con unos diez hijos. Somos más de 200 personas para cultivar, pero sólo nos dejaron entrar a 3 ó 4 y solo durante unas horas», explicó a Efe. «El comandante de la zona nos dio un permiso extraordinario porque se lo pidió el rabino Yehiel, pero cuando llegó ya se había terminado la jornada de trabajo», dice, contrariado, y añade que cuando entró en su tierra se encontró «todo roto, cortado, no había nada para recoger».
Según el Ministerio de Economía palestino, desde que se inició la ocupación en 1967, Israel ha destruido más de 800.000 olivos, lo que implica unas pérdidas anuales de 55 millones de dólares (40 millones de euros). «Quemar un olivo es como quemar la cuenta bancaria de un agricultor», afirma Jeremy Hobbs, director de la ONG Oxfam, que calcula que la destrucción de árboles reducirá este año los ingresos de los agricultores palestinos en 500.000 dólares (363.000 euros).
Una vez cultivada la aceituna, los campesinos se enfrentan a otro problema: hacer llegar el aceite a las tiendas, para lo que tienen que superar varios de los más de quinientos puestos de control militares en Cisjordania. En Gaza, no pueden sacar el producto del territorio ni cultivar en las zonas situadas a menos de un kilómetro y medio de la divisoria con Israel.
Todos los años, la ONG Rabinos por los Derechos Humanos organiza brigadas de voluntarios israelíes y extranjeros que acompañan a los palestinos a cultivar para poner los brazos que les faltan. «Venimos, además de por la ayuda física, por otros dos motivos: como símbolo de nuestra identificación con los agricultores y para que sepan que estamos con ellos, que no todos los israelíes son iguales», declaró desde el otro lado del muro en el que esperaba Jatib, Kobi Weiss, rabino ortodoxo en vaqueros y tocado con kipá, acompañado de un puñado de voluntarios. Argumenta que «la Biblia contiene muchos mandamientos, pero el que más aparece es la obligación de amar y respetar al extranjero» y apunta que «esta es la tierra prometida, pero sólo podemos poblarla si mantenemos altos estándares éticos y de respeto a los derechos humanos de todos, los judíos y los no judíos. Todo el mundo tiene derecho a cultivar su tierra«.
Señala los olivares situados entre el muro y el asentamiento, en territorio controlado ilegalmente por Israel y advierte con tristeza que «el próximo año puede que no quede aquí ningún árbol».
Su compañero, el rabino Yehiel Greny, encargado de los grupos de apoyo, se reconoce «muy frustrado. Humillado como israelí, como rabino y como judío por este comportamiento de no dejar cultivar a los palestinos. Es una situación kafkiana. Lo que están haciendo es una forma retorcida de quedarse con las tierras».
Preguntada por Efe, la oficina de coordinación civil del Ejército indicó que «la recogida de la aceituna fue más corta este año por muchas razones, como la de garantizar la seguridad de los campesinos y reducir los puntos y ocasiones de fricción».
Ana Cárdenes.
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