Madrid, 17 nov (EFEAGRO).- Si uno piensa en cocina italiana, en pocos segundos lo estará haciendo en los macarrones; la palabra (maccheroni, en italiano) sirve para designar muy diversos tipos de pasta, siempre de trigo duro. En el sur de Italia, maccheroni sirve para designar cualquier clase de pasta, mientras en el resto se refieren con ese término a la que tiene forma de tubo, corto o largo.
«Macaroni» o «macarroni» es la palabra con la que tantas veces se han referido otros pueblos, despectivamente, a los italianos, como se reflejaba en las películas sobre los años de fuerte emigración italiana a los Estados Unidos. No parece que a los italianos les moleste ni más ni menos que ser llamados «tanos» en la Argentina. Porque los macarrones son algo muy suyo. Si se fijan, en todo el mundo podrán encontrar, y no es fenómeno reciente ni mucho menos, restaurantes chinos y restaurantes italianos. ¿Quiere eso decir que chinos e italianos son los pueblos más emigrantes del planeta? No necesariamente; pero sí que nos indica que son pueblos que gustan de llevar con ellos sus cosas a dondequiera que vayan.
Y una de esas cosas, claro, es la comida. Mantener la propia comida es una forma muy agradable de mantener la propia alma, y eso es importante. Por eso, y porque la cocina italiana es magnífica y sencilla, no hay rincón del planeta donde no encontremos un «ristorante italiano» o, al menos, una «trattoria». También, cómo no, hallaremos pizzerías, pero la pizza hay que encuadrarla, más bien, en la categoría de «fast food». Y los napolitanos no comparten la autoría con nadie.
Durante mucho tiempo se creyó la bonita leyenda de que los macarrones fueron llevados a Italia desde la China, por el veneciano Marco Polo. Hoy sabemos que no fue así: queda muy bien, muy «ben trovato»… pero no tiene nada de «vero». O sí, bueno: parte de verdad ya hay, porque parece que en China hay menciones escritas a algo parecido a los macarrones ya a principios de la Era cristiana o, como quieren que digamos ahora, la Era Común.
En Italia había macarrones antes del regreso de Marco Polo. En un inventario de bienes datado en 1279 aparece: «barixella una plena de macharonis», es decir, un barrilito lleno de macarrones. Marco Polo no volvió hasta 1295. En esto de atribuir cosas al veneciano la gente ha sido generosa; por ejemplo, se dijo que había sido él quien introdujo la pólvora en Europa… cuando la primera batalla en la que se usó fue la de Niebla, al sur de España, entre cristianos y sarracenos, en 1262.
De China viajó la pasta al Mediterráneo, como tantas otras cosas, en manos de los árabes, que la introdujeron en Sicilia. Ahora bien: los árabes llevaban también productos orientales a España, y en este caso no diremos que los árabes no llevaran a España fideos, por ejemplo.
Pero el hecho es que la cocina de la pasta se desarrolló en Italia. Y cómo. Por eso hay quienes opinan que la cuna de la pasta es la propia Sicilia, mientras otros la sitúan en la Campania; pero no hay nada definitivo. El caso es que los macarrones gustan a todos, sobre todo a los pequeños, y que son una magnífica solución de urgencia: unos macarrones con chorizo, o unos macarrones espolvoreados de parmesano y gratinados se hacen en un momento.
Claro que también son capaces de constituir platos de muchísimos quilates, caso de los impresionantes timbales de macarrones cuyo mejor ejemplo quizá sea el que describe, en «El gatopardo», Giuseppe Tommasi di Lampedusa, un timbal realmente principesco, pues en la mesa del Príncipe de Salina se sirve.
Macarrones. Un símbolo de Italia. Qué bien eligen los italianos todo, empezando por sus propios símbolos.
Caius Apicius.
Foto: BocaDorada