Después de toda la vida escuchando el elogio de los huevos grandes y pesados, con porte, con consistencia, bien armados, plomizos, fuera de órbita, etc.; ahora descubro que este argumento discriminatorio, además de desproporcionado, era gratuito y falsete. Sí, sí, como lo oís. Por eso, y después de días dándole vueltas a un completo informe que descubrí en Consumer, hoy me he levantado con el ánimo de tocar un poco los huevos, de sopesarlos, de palparlos, de sumergirlos en agua para ver si flotan y demás lindezas. Todo ello, después de que hace algunos meses descifráramos en Cocina.es el misterio del etiquetado de los huevos, que tiene mucho que ver con el estilo de vida de la huevera contenedora; useasé, de la santa gallina.
Las conclusiones del informe, al menos en lo que concierne al tema que a mí más me toca la yema, el del tamaño, son claras y contundentes, al afirmarse que, sin atender a otras cuestiones, por lo general, un huevo, cuanto más grande es, menos calidad tiene. La relación inversa entre la envergadura del huevo y su calidad, se debe a que los huevos más grandes suelen ser los de las gallinas más maduras. Vamos, que en el mundo gallinil, no puede uno ir presumiendo de calzar un buen par, y dárselas al mismo tiempo de jovencito.
La pregunta que todos nos hacemos es ¿por qué entonces los huevos de las tallas L y XL son los más demandados por los clientes en los supermercados? ¿Es porque les deseamos a las tortillas de nuestros hijos el peso que no tuvieron las nuestras? ¿Es por complejo de perdices? ¿Es porque el tamaño nos importa más de lo que confesamos? ¿Es porque una buena cáscara nos seduce más que su interior? La realidad es que, a mayor sombra, los huevos arrojan un mayor índice de irregularidades que afectan a la fragilidad de la cáscara, y como consecuencia, a la frescura y la calidad general del contenido.
Nos va a costar cambiar el chip, porque nuestras cabezas ya asocian de manera automática los huevos grandes con la calidad, y los huevos chicos con el complejo de polluelo, pero con la ayuda de este gráfico que acabo de colgar con dos huevos en el cabecero de mi cama, espero contribuir a la causa, y hacer que, a partir de ahora, se presuma más de huevos chicos que de «kínderes» de bulto, con mucho chocolate y poco regalo.
Como nieta y sobrina de ganadero, no puedo estar totalmente de acuerdo con lo que indicas, sí es cierto que las pollas (lo siento, es así como se llama a las gallinas pequeñas, no busques cosas que no son, jeje) ponen los huevo pequeños, pero estos son tan pequeños que no salen al mercado. Los huevos van siendo más grandes cuanto más mayor es la gallina, pero puede ser que una gallina joven ponga huevos tan grandes o más que una vieja.
Sí es cierto que cuanto más mayor es la gallina peor es la calidad de la cáscara y del huevo en sí, pero hay que tener en cuenta que las gallinas ponedoras suelen ser sacrificadas muy jóvenes, ya que al hacerse mayores ponen menos y ya no son rentables, por lo que no creo que la edad de las mismas llegue a ser tan alta como para que el huevo pueda llegar a tener poblemas.
Ahora sí, doy un dato más a este artículo, el huevo cuanto más grande más clara tiene, ya que la yema suele tener siempre un tamaño parecido, por eso sí que el huevo grande puede deteriorarse antes y, sobre todo en verano que la gallina bebe mucha más agua, la clara puede estar casi líquida.
Según he entendido del informe, y tal cual lo he expresado en el artículo, la relación entre la pérdida de calidad de los huevos en función del tamaño se establece «sin atender a otras cuestiones», como podrían ser la raza de la gallina, y demás. En mi experiencia como tortillero empedernido, he apreciado la poca consistencia de la cáscara y la yema de los huevos grandes, lo cual viene a reafirmar las conclusiones del estudio 😉
Muy interesante el post, y los comentarios. Gracias!
De esta no nos salva ni Kapuscinski. ¡Los pequeños ganando tenrreno a los grandes! El sueño de una revolución tiene forma de huevo, ¡por Tutatix!
Pues siguiendo con mi fama de ir siempre a contracorriente… nunca cojo los huevos más grandes. Si en el estante hay M, L, y XL cojo los de la talla M. Eso lo aprendí de mi madre, que es de campo. Será que mi madre «sabía» que los pequeños son mejores 🙂
Desde luego, seguro que no era por casualidad. ¡Un abrazo!
Por un momento, al entrar al blog, me ha parecido que había cambiado de temática 🙂
Del artículo y los comentarios saco un par de conclusiones:
1) que mejor una tortilla con tres huevos pequeños que dos grandes
2) que las gallinas cuando dejan de dar buenos huevos nos hacen un buen caldo
Nada, Esteban, seguimos siendo los mismos, los de los huevos, los de la pluma y los mismos tortilleros de siempre. Con tus conclusiones, yo a su vez saco una tercera conclusión: que el que no se conforma, es porque no quiere 🙂 ¡Un abrazo!
Siempre pensé que la calidad de los huevos iba en función de lo que la gallina comía y no del tamaño. ¿Porqué los huevos que nos regala mi vecina alguna vez y que son de sus gallinas están más ricos y son más anaranjados que los que venden?…Siempre pensaré que es la alimentación de la gallina y no el tamaño,…ahora mismo voy a leer ese estudio..Acabo de recordar ese refrán que dice «Burro grande ande o no ande»…
no hagamos caso de los tópicos,estoy con la postura base del artículo,coñas aparte,gracias
Gracias a ti por opinar, Waldo, y por poner un poco de seriedad en el gallinero 🙂
Interesante
los huevos de oca cómo se podrían considerar por el tamaño?