Hace unas semanas estuve en Toulouse comiendo flores. Violetas, más concretamente, al ser ésta la flor más emblemática de la región, que no sólo tiñe sus campos de un color magnífico durante su floración invernal, perfumando al mismo tiempo el ambiente, sino que además ha colonizado el centro mismo de la ciudad, invadiendo las raíces de la florecilla las tiendas de souvenirs, y dinamizando la economía. La violeta es hoy, por derecho propio, la niña bonita de Toulouse.
Ya hemos hablado en más de una ocasión en Blogcocina de la gastrobotánica, o la ciencia de las flores comestibles, y de su utilización, cada vez más frecuente, como elemento decorativo y aromático en multitud de platos. Pero entre todas las flores que he tenido la oportunidad de probar hasta ahora, la violeta es la que más me ha sorprendido por su sabor sutil e intenso al mismo tiempo. Es difícil pasear por las calles y las tiendas de Toulouse, y no acabar probando una violeta en forma de caramelo, de bombón, de licor, de mermelada, etc. Hasta los azucarillos de algunas cafeterías están perfumados con violeta.
Por su parte, en los restaurantes, la famosa salchicha de Toulouse, contundente, llamativa y seductora desde la fotografía misma de las cartas de los menús, poco a poco parece estar viéndose relegada a un segundo plano por la violeta, una discreta y delicada flor que se ha instalado literalmente en la imaginación de los gastrónomos de la zona, dando lugar a platos de lo más sugerentes, como carnes con salsa de violeta, ensaladas de pétalos de violeta, paté perfumado a la violeta, y por supuesto, infinidad de dulces con aroma, color y sabor a violeta.
Pero si rico es su sabor, seductor su aroma, impresionante su color, y agradable el tacto en boca de la flor en crudo, la violeta es, como la mayoría de las flores, una píldora natural con una larga lista de propiedades medicinales. Sus cualidades más apreciadas son su capacidad de combatir el nerviosismo, el insomnio, las inflamaciones y las cefaleas; aunque he sabido que las violetas también se usan como remedio de trastornos respiratorios a raíz de constipados, bronquitis, etc.; además de como cicatrizante.
En éste nuestro país, es muy común la relación en clave de insulto entre «estar tonto y comer flores». Si pasáis por Toulouse, tal vez no tengáis opción: si estáis tontos, como dice el dicho, comeréis flores; y si no coméis flores, puede que os vayáis con cara de tontos.
Fotos: La Maison de la Violette / Annarosa Bonzanini.