Beber agua de un piporro no es igual que hacerlo de una pequeña botella de diseño. Hidratan igual, pero una y otra forma de beber se ven con ojos distintos.
En un mundo en el que todo cambia a marchas forzadas, nuestra forma de entender el agua no podía permanecer intacta: de los aguadores, a las fuentes públicas de agua refrigerada; del botijo de barro, al grifo de casa; de la cantimplora metálica, a la botella de agua; de beber por beber, a beber por moda…
En el mundo de lo comible y de lo bebible, las modas también marcan tendencia, y aunque hace un puñado de años nadie lo hubiera creído, hoy en día los actores y actrices famosos, los modelos, los deportistas, etc.; han conseguido convertir en «chic» el simple hecho de transportar una botella de agua en la mano o de beber en público el líquido elemento.
Tanto es así, que hoy en día se fabrican botellas para el agua de vidrio cuyo valor económico supera incluso el del propio agua, convirtiéndose a la postre en perfectos objetos decorativos en nuestras cocinas y comedores, al mismo tiempo que se organizan eventos de alto «standing» patrocinados por marcas de agua relacionados con la moda o con ámbitos tirando a sofisticados de lo más diverso.
En esta línea se mueven campañas publicitarias como ésta de Solán de Cabras, en la que se mezcla la moda, la gastronomía y el mundo de la televisión, con el agua como argumento de fondo, en una curiosa parodia de Master Chef.
Somos lo que bebemos. No en vano, los seres humanos adultos somos aproximadamente un 70% de agua. Pero, si bien beber más agua de la necesaria no nos hará más humanos, beber de una determinada forma tal vez hoy en día pueda hacernos más «chic». Da que pensar esto, ¿no?
Foto: Sergis Blog