Nos atraen por su bajo precio, pero su calidad es inferior a la de sus equivalentes nacionales. Los alimentos chinos están invadiendo el mercado poco a poco, como en su día sucedió con la ropa, los artículos electrónicos, los de ferretería, los juguetes, etc.
Reconozco que la palabra invasión no es rigurosamente estricta para referirse un fenómeno mercantil en el que algunas marcas abaratan su oferta sustituyendo intencionadamente alimentos nacionales por otros más baratos procedentes de China que, lógicamente, resultan muy atractivos a ojos del consumidor. Sin embargo, he usado el verbo «invadir» de forma premeditada al tratarse de una «realidad invisible», camuflada en los envoltorios de los productos bajo indicaciones que pasan desapercibidas para la mayoría de los consumidores.
Sólo hay que darse un paseo por las estanterías de cualquier supermercado en busca de las indicaciones sobre el origen de los productos para darse cuenta de cómo muchos alimentos tradicionalmente producidos y comercializados en España, han sido sustituidos por otros más baratos de otras partes del mundo. De lo que más habéis podido oír hablar es de los pescados o de las frutas con orígenes exóticos, pero os aseguro que se trata de un fenómeno generalizado.
Hoy pongo el foco en los alimentos importados de China, por ser éste un caso especialmente llamativo, dada la capacidad del gigante asiático para producir de forma masiva a bajo coste, y el riesgo que esto supone para los alimentos producidos en España a medio y largo plazo.
Alimentos chinos más frecuentes
He visto muchos más, pero los que cito a continuación son alimentos originarios de China que en España se producen mucho y con una calidad bastante mayor a la de sus competidores. Si tenéis constancia de algún otro, no dudéis en dejar un comentario al final del artículo.
Las castañas de la foto de la cabecera de este artículo son chinas. No saben a castañas, y desde luego, no se corresponden con mi idea de «castañas asadas», como se indica en el envoltorio. Pero ese es otro tema. Lo llamativo es que las castañas, a pesar de los azotes que ha recibido su producción este año debido a una enfermedad que afecta a los castaños, son un producto de otoño tan abundante en casi toda España, que resulta cuanto menos sorprendente que haya quienes prefieran recurrir al mercado chino para abaratar costes. Lo entiendo, pero no lo comparto.
El caso de los ajos chinos es uno de los que más fuerte viene pegando en los últimos meses, debido a la difusión del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente del Gobierno de España de una campaña en defensa de «nuestro» ajo morado de Las Pedroñeras, que pone de relieve las diferencias entre uno u otro producto:
El caso de los piñones chinos ya levantó un cierto revuelo hace unos años, debido a la comercialización de piñones procedentes de China no aptos para el consumo humano. Dado el elevado precio de los piñones españoles en el mercado (no en vano, se trata de un alimento con una producción muy limitada y bastante costosa), no es de extrañar la aparición de competidores extranjeros, aunque una vez más, la tendencia invita a la reflexión.
Lo que no alcanza uno a entender es cómo se puede disminuir el coste de un alimento como los piñones viajando en avión en primera clase, si no es recurriendo a sistemas de producción masivos donde la calidad es un concepto sin cabida, y tirando por tierra las condiciones laborales y los derechos de los trabajadores.
Los espárragos blancos de Navarra, los de La Vera, o los de cualquier zona de producción nacional, también se han visto afectados por las importaciones de espárragos chinos.
Pero entre todos los productos importados de China que he descubierto, el que menos me esperaba son las pipas de girasol gigantes, un producto cuyo consumo es casi exclusivo de nuestro país y que cuenta con una materia prima abundante y de calidad.
¿Esto es sólo el comienzo?
Teniendo en cuenta el impulso bestial de la economía asiática, y su capacidad para producir y reproducir cualquier producto o alimento que se consuma en otras partes del mundo, es fácil pensar que tal vez nos encontremos ahora mismo en la Prehistoria de un fenómeno generalizado que afecte a todos los niveles.
En este sentido, el caso que más me sobrecoge es el de un alimento tan patrio como el jamón ibérico de bellota. Y es que, según he podido saber con motivo de una visita reciente a una explotación jamonera en Extremadura, este sector tampoco se escapa de las miradas de las delegaciones chinas que visitan las naves con más interés por todo tipo de detalle estructural (suelos, puertas, paredes, iluminación, etc.), que por el producto en sí. Tiempo al tiempo.
¿Cómo saber si un alimento es chino?
Es obvio que una tendencia de este tipo sólo la podríamos frenar los consumidores. El problema está en que la información sobre el origen de los alimentos no suele mostrarse en los envases con la visibilidad que a uno le gustaría, y por supuesto, ninguna marca va alardeando en sus envoltorios de haber elaborado su producto con materia prima «made in China».
Para saber si un alimento ha sido importado de China o de cualquier otro país, normalmente hay que recurrir a la letra pequeña del reverso del paquete. Casos como el de las castañas a las que me refería antes, todo hay que decirlo, en el que la información aparece con bastante claridad y en mayúsculas, son poco frecuentes.
Cuáles son las posibles consecuencias de esta tendencia
Quiero dejar claro que no estoy en contra de la aparición en el mercado de productos chinos más baratos, por el simple hecho de ser chinos, baratos, o de menor calidad en la mayoría de los casos. Por supuesto, los consumidores somos libres de elegir los alimentos que nos parece, en función de nuestros gustos, intereses, poder adquisitivo, etc.
No obstante, soy de los que apoyan el producto de cercanía –y de temporada– por cuestiones medioambientales, y por la lógica pura y dura que se desprende de razonamientos como éste que un comerciante colgó a la entrada de su tienda y que alguien tuvo a bien compartir hace poco en Facebook: «Ha entrado un señor en mi tienda y me ha preguntado por el precio de una cosa. Cuando se lo he dicho, me ha respondido que ya podíamos espabilar los comerciantes, que el mismo producto él lo pedía a China por Internet y le salía más barato. Le he contestado que el que se tenía que espabilar tenía que ser él, pues cuando se quede sin trabajo o sus hijos necesiten uno, y nos lo vengan a pedir, le vamos a reponder que lo vaya a buscar a China, que allí el trabajo también es más barato. Recuerda que apoyando el comercio de tu barrio o ciudad, inviertes en futuro».
Pero por encima de todo, lo que no me gusta es que un dato tan trascendente como la procedencia de los productos, no se muestre de forma clara en los envases, ya que para poder escoger lo que realmente nos interesa, tenemos que tener toda la información a nuestro alcance; si no, estaremos siendo víctimas de algo parecido a un engaño.
Cuando hace ya unos veinte años empezaron a abrirse los primeros «Todo a 100» de productos chinos en España, aún no éramos conscientes de que el cuaderno, el bolígrafo, la llave inglesa, la bombilla, o el paraguas que comprábamos por la mitad de precio que en un establecimiento de los de toda la vida, en realidad eran de una calidad pésima. No obstante, a medida que lo hemos ido sabiendo, la demanda de este tipo de productos de bajo precio y calidad no ha parado de crecer, desplazando claramente los bazares chinos a las papelerías, las jugueterías, las ferreterías, etc. Sabemos que son chinos, sabemos que son de baja calidad, pero los compramos. Somos así.
Sin embargo, una cosa es el material, y otra los alimentos, lo que nos llevamos a la boca. Es una opinión personal, pero a diferencia de lo que ocurre con los productos de un bazar chino, tengo mis dudas sobre la capacidad de aceptación de un alimento en el que se lea bien claro «Origen: China», por el mero hecho de ser comidas o bebidas. Por eso, creo que si vienen de China, tenemos que tenerlo bien claro, y tenemos que saber también en qué condiciones ha sido producido, amparado por qué legislación, etc.
¿Qué pensáis vosotros?
Otra cosa por la que estos productos son más baratos, es por la cantidad de trabas y restricciones que la legislación española y europea le ponen a la producción y manipulación de los productos alimenticios (por nuestra salud y seguridad) cosa que, evidentemente, no está ni mucho menos garantizada en países como China… Para mí, este es el punto más importante de este asunto, que no sabemos de dónde viene y, aunque lo sepamos, tampoco somos conscientes de lo que se hace en esos países para aumentar las producciones, disminuir las plagas, etc etc.
Otra cosa curiosa, curiosísima diría yo, es que estos productos que no se venden en España por ser un poco más caros, que son nuestros de toda la vida y que no los valoramos como se merecen, se estén exportando al resto del mundo por su alta calidad. A los extranjeros no les importa pagar un poco más, por comer bueno y sano… Un fallo más de la mentalidad de los españoles.
de china y de sitios peores
Alerta.!!! En china todas las aguas están contaminadas y los campos por lo tanto también los alimentos.
Contaminads con mercurio y plomo
Hay muchos productos envasados en NAVARRA como pimientos del piquillo espárragos …. QUE VIENEN DE PERÚ que pasa con los nuestros ?
no os fieis un pelo de los productos con sello ecologico,nos los estan trayendo de sitios contaminados