¿Tiene sentido comer como prehistóricos en la época actual? La pregunta me la planteo al hilo del auge creciente que parece estar teniendo la conocida como Paleodieta, o dieta Paleo, un modelo alimenticio surgido a mediados de los años 80 en Estados Unidos, y que propone recuperar los hábitos alimenticios de los hombres del Paleolítico. La Paleodieta ha despertado en los últimos años un gran interés entre los deportistas, al ser una dieta que persigue cubrir los aportes energéticos adecuados incluso para la práctica del deporte, favoreciendo la pérdida de peso y el aumento de la masa muscular.
¿En qué consiste la Paleodieta?
Se trata de comer los alimentos que formaban parte de la dieta de los hombres prehistóricos que aún no conocían la agricultura, y que vivían básicamente de la caza y la recolección; es decir, de todo, menos harinas, panes, la pasta, cereales procesados, azúcar, etc. Estos alimentos, muy ricos en carbohidratos, proporcionan una cantidad de energía para ser consumida a corto plazo mayor de la que solemos necesitar. He aquí «el quid» de la cuestión.
Más que una dieta estricta, por tanto, la Paleodieta se resume en una serie de consejos alimenticios básicos y bastante generales, que ponen el dedo en la yaga en la excesiva ingesta del «hombre moderno» de carbohidratos procedentes de productos elaborados a base de azúcar y harina (bollería, panes, pasteles, dulces, etc.), convirtiéndose en grasa todo lo que no se usa un día, y otro…
¿Qué hay que comer si seguimos la Paleodieta, o dieta Paleo?
La podían haber llamado como hubieran querido, y en este caso llama el nombre la atención más de la cuenta al hacer referencia a los hombres de las cavernas, pero la Paleodieta es, si lo pensáis, un compendio de ideas sobre la alimentación con bastante sentido común, y bien entendida, bastante moderada. Nada que ver con otras famosas dietas como la Dukan, y compañía.
La idea principal que al menos yo he extraído del análisis de la dieta Paleo, es que debemos comer variado: carnes, pescados, frutas, frutos secos, etc.; de forma equilibrada, ajustándose lo que comemos a nuestras necesidades, y evitar la ingesta excesiva de carbohidratos de los alimentos que comentábamos antes, cuyo auge está relacionado con el desarrollo de la actividad industrial.
Obviamente, a lo puramente alimenticio habría que añadir, digo yo, la asunción de parte de la carga de ejercicio físico de los hombres que, para comer, tenían que recorrer grandes distancias. Y es que con nuestro actual estilo de vida sedentario, cualquier dieta se me antoja como un modelo parcial para alcanzar la consideración de «homo saludablis».
En cierto modo, si aún pensamos y nos comportamos como cavernícolas, ¿no sería más lógico seguir comiendo como tales?
Fotos: El coleccionista de instantes