No, no has comido un tomate en tu vida, y es posible que no vayas a hacerlo nunca. Crees que lo que te han dado como tomate es tomate, pero te han engañado, y lo peor es que te han convertido en un sumiso incapaz de destapar esta estafa del sabor.
Acabo de comprobar que en Internet son muchos más quienes se interesan por saber si los tomates son frutas o verduras o por qué son rojos los tomates, que quienes se preguntan por qué los tomates ya no saben a tomates; y eso es debido -me aventuro a pensar- a que los mayores no son mayoría en el cibermundo, mientras que la práctica totalidad de los jóvenes urbanitas tienen anulada la capacidad de comparar el sabor de los tomates, porque nunca han tenido la suerte de comer un tomate con sabor a tomate.
Nuestra sociedad es víctima de una especie de parálisis inducida del sentido del gusto, en la que los unos han olvidado y los otros jamás han conocido el sabor verdadero de las cosas. Y ante esto, la única solución pasa por hacer apología de la comida real poniendo en la boca de todos cuantos sea posible tomates y otras frutas y verduras con sabor real obtenidas a partir de técnicas tradicionales y ecológicas.
Eso es lo que ha hecho Bonnatur de Argal este verano a través de la campaña «El huerto de Bonnatur», un proyecto consistente en la creación de 100 pequeñas plantaciones de frutas y verduras en una pequeña parcela en las afueras de Madrid, que una vez obtenida la cosecha, otras 100 familias y algunos privilegiados como un servidor hemos tenido el placer de disfrutar en nuestras mesas.
No, los tomates que recibí de este huerto «de las buenas maneras» no tenían el mejor de los aspectos, al menos desde mi maleducada capacidad de percepción. Estaban más bien sucios, algunos eran más grandes que otros, los había más y menos rojos, más y menos pecosos, y algunos tenían incluso algunos agujerillos superficiales. Por todo ello, la mayoría de nosotros los habríamos descartado de haberlos encontrado en el supermercado, cometiendo el error de preconcebir ateniéndonos al falso estereotipo de perfección aparente de los alimentos creado por nuestra propia cultura de consumo despiadado y deshumanizado.
Podría ponerme cursi y haceros una descripción en verso de las excelentes propiedades organolépticas de los tomates que recibí de este huerto, de su olor a campo, de su fantástica textura y de su sabor potente; pero en el mundo de lo comible y de lo bebible todo es más simple de lo que a veces nos empeñamos en demostrar. Por eso, creo que os bastará si os digo que con el primer muerdo del primer tomate, me vino a la mente el recuerdo de un día soleado de mi niñez. Un día en el que debí ser muy feliz.
Para terminar, aparte de romper una lanza por iniciativas como la de Bonnatur de Argal, o por quienes se complican la vida y el bolsillo comprando productos ecológicos de temporada en mercados locales, al hilo de este tema no podía dejar de compartir con vosotros este cortometraje llamado «Dos tomates y dos destinos» producido por Veterinarios sin Fronteras de Castilla la Mancha, en el que Joaquín Reyes y Carlos Areces escenifican un guión magistral que sirve de parodia perfecta de la diferencia entre la agricultura tradicional, y la tecnificada agricultura moderna. no os lo perdáis.
¿Con qué tomate te quedas?
Foto: Bonnatur
Muy bueno el post, muy buenas reflexiones y verdades como puños… Pocos recuerdos tengo yo más buenos que los paseos entre las tomateras de cuando era niña, el olor y el sabor de los tomates se te quedan para siempre en la memoria.
Qué suerte que has tenido al poder probar de nuevo unos tomates con sabor a tomate de verdad.
Es cierto, y no deberíamos bajar los brazos hasta conseguir que la posibilidad de disfrutar del sabor auténtico de las cosas deje de ser una suerte para unos cuantos. Gracias, Sofi 😉
Yo me quedo con el tomate de campo, el maloliente, el defectuoso… Pero dime Ricardo, ¿qué puedo hacer yo como consumidora para que los tomates de campo lleguen a los supermercados? Muchas gracias por tu estupendo artículo. Saludos.
Gracias a ti por leernos, Marta, y por molestarte en materializar tus inquietudes en un comentario. La pregunta que me haces va dirigida al corazón mismo del artículo, ya que somos precisamente los consumidores quienes tenemos el poder de aceptar o rechazar las reglas del juego en lo que al consumo se refiere. Lo que tenemos que hacer entre todos ya lo apunta Javier en su comentario, aunque me gustaría hacer un inciso. Dado que los tomates son usados en este y otros casos en clave metafórica como bandera de una reivindicación generalizada por el buen hacer en la producción y en el consumo de alimentos, ya sea en tu supermercado o en tu mercado local, fíjate en que casi siempre vas a tener opciones a la hora de elegir tu fruta, tus verduras, tu pescado, etc. Nuestra tarea consiste, por tanto, en ser críticos con lo que compramos y con lo que, a la postre, bebemos y comemos, y en la medida en que todos tengamos la información suficiente para decantarnos por los tomates de campo (que también son los más caros), los tomates «pijos» que estudian en Harvard irán desapareciendo de la oferta. Un saludo.
Apreciada Marta si quieres buenos tomates no vayas al supermercado, compra en un mercado municipal o en una tienda de confianza. Además los tomates son productos de temporada, ahora es cuando debes comerlos, después olvidate. Por último, compra siempre productos de proximidad y de aspecto poco agraciado, con imperfecciones en la piel. Piensa que las naranjas con mejor aspecto y brillantes las bañan en conservantes para que no se pudran y las enceran.
Es curioso que el logo de los veterinarios sin fronteras de Castilla sea la bandera de Extremadura…será porque somos los mayores productores de tomate¿ Vivan los mercados¡¡¡¡ y los productos frescos y de temporada, pero claro si queremos tomates todo el año… pues no pueden saber a nada…