«Una tercera parte de la población mundial no detecta el sabor amargo por motivos genéticos». Dicha afirmación se extrae de un estudio realizado por el investigador italiano Paolo Gasparini, y que se dio a conocer el viernes 28 de enero en L’Hospitalet de Llobregat, con motivo de la celebración de un seminario acerca de la influencia de la genética en los gustos. En el mismo, Gasparini matizó que no todos los que sufren este problema lo padecen con la misma intensidad, diferenciándose tres grupos de percepción baja, media y fuerte del sabor amargo.
Cuesta creer que una de cada tres personas que se come una almendra amarga no perciba el sabor característico de la misma, al menos en toda su plenitud, pero es lo que afirma Gasparini, quien ha señalado que, además de la genética, eso sí, hay otros factores que intervienen en la percepción de los sabores, como son la edad, el género, la cultura, o el propio ambiente en el que se mueve cada persona. Por otro lado, Gasparini alertó de la posible relación entre la no detección del sabor amargo y la aparición de enfermedades como la obesidad, la hipertensión o la caries; debido a la tendencia natural que se produce a abusar de salsas, aceites o condimentos como consecuencia de ello.