«A todos nos gusta comer, pero a veces queremos ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo para disfrutar de otras cosas». Es el slogan de Joylent, uno de esos preparados de nutrientes en polvo con sabores estándar antaño asociados con la comida del futuro o con la comida de astronautas, y que ya son realidad.
Últimamente, no hago más que pensar en esto. Es evidente que la inmensa mayoría de los mortales no le damos a nuestro organismo algo parecido a lo que necesita; los unos, por falta de recursos o por mala gestión de los mismos, y los otros, porque no nos da la gana, por ignorancia o por puro vicio. Y ante este panorama de mundos opuestos, la comida del futuro exhibe potencial debido a su tentadora propuesta de alimentar sin obligarnos a pasar ni un solo minuto cocinando, aportando únicamente los nutrientes necesarios en cada caso y con un coste bastante moderado.
A expensas de conocer las reacciones de los grandes lobbies de la industria alimentaria y de los propios gobiernos ante esta amenazante tendencia, es obvio que la comida en polvos con nutrientes a la carta tiene grandes posibilidades de acabar convirtiéndose en un recurso nutricional de primer orden a medio plazo.
Pero, ¿podemos decir que estamos realmente ante la dieta del futuro? Para arrojar un poco de luz, a continuación analizo los que, para mí, son los pros y los contras de la que hemos dado en llamar como comida del futuro.
Ventajas de Joylent
Las ventajas son más evidentes a primera vista que los inconvenientes, así es que vamos con ellas:
· Aunque comer puede y debe ser un placer en sí mismo, y en la mayoría de los casos nos obliga a hacer pausas bien avenidas, todos hemos sentido alguna vez el deseo de «saltarnos» el trámite de comer por falta de tiempo, o por ganas de seguir sumidos en una tarea en el trabajo, en una visita estando de viaje, etc. En esos momentos, sustituir una comida convencional por un brebaje con los nutrientes necesarios para cargar las pilas, puede ser tentador para cualquiera.
· Si comer es a veces un escollo, para muchos preparar la comida es toda una pesadilla incluso cuando el proceso no va más allá de abrir un envase y seguir los consejos de fabricante. Esta realidad, unida a la anterior, convierten a los polvos alimenticios en una seria alternativa para vagos y víctimas del estrés.
· A veces se nos olvida, pero el fin último de comer es nutrirnos; es decir, proporcionar a nuestro organismo los recursos que necesita para funcionar. Por no saber o por no querer, los informes dicen que la mayoría de los que podemos permitirnos el lujo de comer todos los días y a todas horas, comemos mal. Por eso, la posibilidad de tomar algo muy cercano a las necesidades de nuestro organismo, ni más ni menos, es evidente que tiene galones no sólo de comida del futuro, sino fundamentalmente de dieta del futuro.
Si ya es difícil planificar los menús de la semana, diseñar un calendario de comidas equilibrado capaz de mantener nuestras reservas en su punto idóneo, al mismo tiempo que evitamos todo lo que no es necesario para nuestro organismo y hacemos un poquito de hincapié en lo que nos conviene, es toda una quimera. Para esto, Joylent y los preparados de nutrientes de esta índole también se presentan como la solución perfecta. ¿Tu motor es diésel? Pues toma diésel. ¿Gasolina? Pues toma gasolina.
· De lo anterior se deriva la capacidad de este tipo de comida en polvo para acabar con la obesidad y con muchas enfermedades ocasionadas por una alimentación incorrecta, tales como la diabetes, la hipercolesterolemia, las anemias, etc.
· Además del tiempo necesario para cocinar y comer, la comida convencional requiere mantener las despensas de casa bien nutridas, lo cual conlleva aún más tiempo y un desembolso considerable al que habría que sumar el coste mismo de procesar los alimentos: electricidad, gas, menaje, etc. En este ámbito, la comida del futuro no tiene rival. Si nos atenemos a los precios de Joylent, cada comida saldría por 1,67 € a razón de abrir un sobre, verterlo en un vaso con agua, remover y beber. Bastante barato.
Así visto, estaríamos ante algo parecido a la comida perfecta; sin embargo, al igual que en esa canción de Serrat en la que se habla de una mujer con la boca, el pelo, los ojos, la voz, el cuerpo y todo perfecto, que no es capaz de enamorar a quien le canta, los preparados de nutrientes a base de polvos alimenticios no acaban de llegarme al tuétano de los huesos. Será que son perfectos, será que soy demasiado humano.
Inconvenientes de Joylent
Nos adentramos en el terreno de la subjetividad para analizar las posibles desventajas de la comida del futuro:
· Saborear, apreciar diferentes texturas, oler y tragar comida, son de los placeres a los que todo humanoide alude como una de las cosas por las que merece la pena de vivir. Si esto no fuera así, seguramente no hubiéramos sobrevivido como especie. Nos gusta alimentarnos, pero por encima de todo, nos gusta comer.
Si careciéramos del sentido del gusto, tal vez llenaríamos nuestros estómagos con la misma motivación que llenamos los depósitos de combustible nuestros coches. Pero no somos coches, somos entes sensibles.
Es más, me atrevería a decir que el placer de comer no sólo cumple el papel de señuelo para propiciar la alimentación, igual que el placer del sexo para la reproducción de la especie, sino que tiene valor en sí mismo. Necesitamos placer de la misma forma que necesitamos nutrirnos, aunque la digestión del goce tiene lugar, no en el estómago, sino en el alma.
· Pero es que, además, el hecho de comer es, tal vez, una de las necesidades vitales a las que en mayor medida se encuentran supeditadas el resto de capacidades del hombre, y casi me atrevo a decir que las de cualquier ser vivo. Desde que somos lo que somos, la obligación de comer cada día nos ha empujado a ingeniárnosla de una u otra forma, a razonar, a viajar, a trabajar, a matar, etc. Y esa necesidad nos mantiene despiertos, nos mantiene vivos. ¿Seríamos capaces de mantenernos íntegros renunciando a la comida convencional?
Vale, puedes decir que hace tiempo que dejaste de salir a cazar bisontes por la mañana para hacer el desayuno del resto de la familia, pero el hecho de pensar qué vas a comer, cuándo lo vas a comprar, cómo lo vas a cocinar, dónde lo vas a servir, etc.; es tu forma de ser y de vivir, y borrar todo esto de un plumazo se me antoja peligroso por antinatural.
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Mucha gente asocia este tipo de comida del futuro ya presente con la comida espacial. Cuando tuve que documentarme para el artículo sobre «Qué comen los astronautas» y descubrí las grandes cantidades que se destinan en las misiones espaciales a conseguir llevar al espacio comida con aspecto sabor y olor de comida, me di cuenta de hasta qué punto es vital la comida como estimulante anímico en el ser humano más allá de su evidente valor nutricional.
Sin embargo, al mismo tiempo sospecho que este tipo de preparados de nutrientes a la carta exhiben demasiadas virtudes como para no tenerlos en cuenta. Entre otras muchas cosas, algo parecido utilizado al menos de forma parcial facilitaría la alimentación de aquellos que no tienen acceso a la comida convencional.
En una línea paralela a la de los preparados tipo Joylent se encuentran los últimos avances en la creación de carne artificial de laboratorio (demasiado cara hasta el momento), o la apuesta de la Organización Mundial de la Salud por el consumo de insectos procesados, por ejemplo, en harina de grillo.
Por si no os habéis dado cuenta, el nombre Joylent es una adaptación de la palabra Soylent, el nombre de la compañía y, a su vez, de la comida en polvo «del futuro», alimento único de la población en el hipotético 2022 planteado en la película Cuando el destino nos alcance («Soylent Green»).
Si os interesa el tema, no dejéis de leer la experiencia sobre una persona que comió únicamente Joylent durante 30 días. ¿Qué creéis que pasó?
Personalmente creo que puede ser interesante producir este tipo de alimento de cara a ciertas necesidades propiciadas por ciertas situaciones (por ejemplo, teniendo en cuenta que es muy fácil de transportar y que realmente no hay que cocinarlo), pero en ningún caso creo que es sustituto de la comida como la conocemos.
Yo no quiero alimentarme a base de polvos si puedo evitarlo. Comer es un placer, es un acto social en sí mismo y, qué demonios, la comida es cultura.
Estoy de acuerdo con lo que dices, Manu, pero no puedo evitar imaginarme a un grupo de abuelos hace 60 años hablando de la llegada de la televisión y del riesgo de extinción de las charlas de sobremesa: «qué diablos, Matías, las charlas entre padres e hijos durante la comida son cultura; la televisión puede ser un complemento, pero nunca será un sustituto de nuestra sana costumbre de hablar…» 🙂
Quita, quita, donde esté un buen plato de alubias con chorizo…. 🙂
No duraría ni 2 días a base del Joylent. Yo necesito oler, masticar, saborear y disfrutar.
Todos lo necesitamos, pero tengo mis dudas de si muchos acabaríamos atrapados por esta droga atraídos por sus muchas ventajas, y si llegaría un momento en que aprenderíamos a vivir sin oler, masticar, saborear… Pienso que antes de la llegada de los móviles, todos necesitábamos salir a la calle y contemplar, saludar a los conocidos, hablar con los vecinos, etc. Espero que el tiempo me quite las dudas 😉