El Slow Food es un movimiento gastronómico que nace ante la necesidad de hacer frente al Fast Food y a la Fast Life -tan generalizado en todo el mundo, fundamentalmente entre el público joven-, cuyos intereses están representados por una asociación sin ánimo de lucro financiada por sus propios miembros, que aboga abiertamente por la defensa de la comida tradicional en todo el mundo. Otro de los fundamentos del Slow Food es su apuesta por los alimentos ecológicos, locales, autóctonos y estacionales, cuya producción está basada en la utilización de técnicas sostenibles respetuosas con el medio ambiente.
Fundado en 1989, el movimiento Slow Food cuenta cada día con más adeptos en todo el mundo, particulares y profesionales. Buena culpa de ello la tienen las muchas acciones formativas organizadas por esta potente asociación gastronómica, en las cuales se hace especial hincapié en difundir los ideales expresados en su manifiesto. Éste, aparte de defender unos hábitos nutricionales saludables basados en la recuperación de viejas y sanas costumbres alimenticias, trata de inculcar a la sociedad la necesidad de vivir más despacio, con el fin de cocinar y comer más despacio, respetar el ritmo natural de los procesos productivos, no alterar el ecosistema, potenciar los placeres sensoriales, y en último término, vivir mejor. ¿Quién no se apunta a algo así?