Hace poco más de una semana que comenzó la crisis de los pepinos, y apenas 2 días desde que publiqué el artículo «que no nos toquen el pepino», y en el breve margen de tiempo que va desde el miércoles hasta hoy, la situación en torno a este tema a cambiado, y mucho, hasta el punto de que ya han saltado las alarmas en medio mundo.
Para empezar, en lo que respecta al caso de España, más concretamente a los productores de pepinos de Almería, a las instituciones y personas que nos representan en los altos órganos de gobierno, y al orgullo patrio de la colectividad, el tema parece haberse zanjado definitivamente: el pepino español es, de todas todas, un pepino fiable, sano y libre de toda sospecha. Tal es así, que en Alemania la patata caliente ha pasado de manos de los dirigentes de Hamburgo, a los de la mismísima canciller alemana Angela Merkel, quien ya ha planteado públicamente la posibilidad de aportar ayudas a los agricultores españoles afectados por la falsa alarma.
En lo que a los casos de contagio por la bacteria e.coli se refiere, la situación ha evolucionado a peor, incrementándose el número de víctimas y de personas hospitalizadas, así como el de países con personas afectadas reconocidas. El último en sumarse al temido recuento (y esto lo eleva todo a una escala planetaria) ha sido Estados Unidos. Con éstas, mientras los rusos optan por vetar las importaciones de hortalizas procedentes de Europa, los científicos se rompen la cabeza por localizar el origen de un brote que, según las últimas informaciones, podría no llegar a localizarse en meses, o tal vez nunca.
Hasta que las aguas se calmen, dos recomendaciones: puestos a comer pepinos y hortalizas, optad siempre por el producto nacional; y antes de ingerirlos o de cocinarlos, lavadlos muy bien, si queréis con una gotita de lejía.
Foto: Globoovision