22 de noviembre de 2010 (L. Ávila/Cocina.es) – De las grasas saturadas, todos hemos oído hablar, son las denominadas «grasas malas», las que debemos evitar a toda costa, pero muchas veces no sabemos cómo o desconocemos qué alimentos las poseen en exceso.
Su mala fama se debe a que suelen ser las responsables de elevar más de lo deseado nuestros niveles de colesterol y de muchos problemas que atañen al aparato circulatorio cuando son consumidas en cantidades elevadas. Su ingesta, según aconseja la OMS, debe ser menor del 10% del total de la energía diaria.
Estas grasas saturadas se encuentran sobre todo en los productos de origen animal como son las carnes, leche, mantequilla, queso, nata, etc., en la pastelería industrial, en las pastas y en algunos aceites vegetales, tales como el aceite de coco, de palma o de palmiste.
En contraposición, tenemos las grasas insaturadas, consideradas como «grasas buenas» porque entre otras cosas, ayudan a regular el colesterol y a mantener el corazón sano. Una de las variedades de estas grasas son las poliinsaturadas, que podemos encontrar en el pescado azul y en ciertos aceites vegetales.
Combinar todos estos alimentos y sustituir aquellos ricos en grasas saturadas por otros que lo sean en grasas insaturadas (poliinsaturadas o monoinsaturadas) es la base principal para tener un corazón sano y una vida más saludable (podéis ayudaros de esta tabla para ver las grasas de los alimentos).