El viernes pasado hice alusión en el artículo «¿Te gusta cocinar?» al escaso número que había de chefs de cocina mujeres reconocidas a nivel internacional. Una de ellas era la cocinera Teresa Izquierdo, un extraordinario ser humano (pues así lo manifestaron todos los que trataron con ella) que, a lo largo de muchos años, ha portado la bandera de la gastronomía peruana por mérito propio.
La enorme trascendencia que el fallecimiento el pasado 27 de julio de la conocida cocinera, ha tenido en los medios de todo el mundo, es una muestra más del dulce momento que viene viviendo en los últimos años la gastronomía de Perú. Pero también lo es, sin duda, del enorme valor personal y profesional que Teresa Izquierdo ha demostrado a lo largo de sus muchos años al cuidado de los fogones de El rincón que no conoces, su restaurante de comida criolla abierto en Lima desde hace cerca de 30 años.
El de Teresa Izquierdo no figuraba en la lista de los 50 mejores restaurantes del mundo, pero yo creo que si esa lista la elaboráramos los ciudadanos de a pie, los amantes del buen comer, El rincón que no conoces hubiera figurado sin duda en ella. Tal vez también si Teresa hubiera preferido deslumbrar al mundo con probetas llenas de gases y de líquidos con sofisticados colores y sabores servidos a razón de dos gotitas por plato, en vez de simplemente hacer felices a sus comensales, hubiera alcanzado el top ten de alguna de las famosas listas de restaurantes y gastrónomos.
La cocina de Teresa Izquierdo era y es -pues sigue y seguirá viva en la figura de Elena Santos, su hija y mano derecha durante sus últimos años de vida- un fiel reflejo de la historia misma de la cocina peruana: la cocina de lo auténtico que se nutre a partes iguales de la tradición culinaria de los pueblos indígenas sudamericanos, y de la propia gastronomía española. Una verdadera receta fusión sin la cual no se entendería el enorme valor que actualmente ostenta Perú en el panorama mundial de la gastronomía.
Foto: Ejimford