Cuando uno lee «grasas vegetales» o «aceites vegetales» en el listado de ingredientes de cualquier producto elaborado (de un helado, de unas galletas, de una lata de conservas, de unas patatas fritas, de una salsa, etc.), tiende a pensar instintivamente que se trata de algo bueno. O al menos que, siendo vegetales, serán mejores que las grasas animales.
Pero resulta que no, así que ya tenemos una razón más para no escatimar en atenciones a la hora de analizar lo que lleva cada cosa que compramos en el supermercado. Os cuento.
Va bien encaminado nuestro instinto cuando nos hace creer que las grasas vegetales son buenas para la salud, y que las animales son malas, ya que en general es así, pero sólo en general, y ahí está la trampa.
Los derivados de los productos animales son, en su mayoría, ricos en grasas saturadas que están detrás del dichoso colesterol, de la arterioesclerosis, etc.
Por su parte, la mayoría de los alimentos de origen vegetal tienen grasas insaturadas, que son como las buenas de la película, al servir precisamente para contrarrestar los efectos de las grasas animales. Pero hay una excepción: las grasas vegetales de coco y de palma. Éstas ovejas negras de las grasas comestibles, son de las pocas grasas malas de origen vegetal, y son usadas por algunos fabricantes por su bajo precio con respecto a otras, como las contenidas por el aceite de girasol, de oliva o de soja.
Según un artículo que he podido leer en la web de Consumer acerca de las grasas vegetales, la mayoría de las veces que éstas aparecen tal cual y sin especificar en los ingredientes de un producto, es porque son de las malas. La ley no obliga a los fabricantes a especificar el tipo de grasas vegetales que usan, por lo que algunos tiran impunemente por el camino más corto para la reducción de costes, demostrando lo poco que les importa la salud de los consumidores. Eso sí, si se trata de unas galletas y éstas llevan un 0.5 % de cereales, les faltará poco para poner un neón en la caja y vendérnoslas como producto saludable.
Conclusión: si en los ingredientes de los productos que estés interesado en comprar no especifican el tipo de grasa vegetal que utilizan para su elaboración, desconfía. Es tu salud la que está en juego.