Ciudad del Vaticano, 31 ago (EFEAGRO).- Vacas, gallinas, pollos, perdices, conejos y cabras, además de olivos y árboles frutales, conforman la conocida como «granja del papa», situada en el complejo estival de Castel Gandolfo, a unos 30 kilómetros de Roma, donde los pontífices pasan sus vacaciones.
Lugar de reposo, estudio y reflexión de los papas, a un kilómetro de donde descansa Benedicto XVI y a la altura que domina el lago Albano todas las mañanas comienzan las labores en la granja habitada por vacas frisonas de óptimo linaje, gallinas ponedoras, halcones adiestrados y abejas que producen una miel refinada, informan hoy medios locales.
La granja tiene un aspecto rústico antiguo que no se ha alterado desde tiempos del papa Pío XI, gran impulsor de la factoría, y está compuesta por un enorme parque que termina en un huerto, un total de 55 hectáreas de las que 25 están destinadas a cultivos.
El ambiente romántico y pastoril no excluye el uso de sofisticadas técnicas de producción en esta estructura considerada un modelo «por la filosofía biológica capaz de no alterar el ambiente del entorno, ni el equilibrio de los animales«, refiere el periódico romano «Il Messagero».
Las vacas lecheras son 25 y ocupan una vaquería inaugurada hace tres años y resguardada del resto del complejo para ofrecer un ambiente saludable y no molestar a los animales.
En un ala de la casona se ha instalado una moderna pasteurizadora que permite trabajar la leche, 50 litros cada día, a 75 grados, para mantener toda su calidad, según el responsable de la granja, Giusseppe Bellapadrona.
«La calidad de la leche obtenida es óptima, dada la relación entre el suero y las proteínas superior a las que normalmente se compran en las tiendas italianas», asegura.
En el gallinero hay 300 gallinas que dan diariamente 200 huevos y unos 60 pollos son para carne. Todos los animales son controlados cada mañana por los granjeros que los alimentan y los cuidan con «amor», según el diario romano.
El secreto, además del ambiente sereno, se encuentra en la alimentación copiada de la zona del Parmigiano Reggiano (Emilia Romagna), todo heno, seco, y concentrado, sin ninguna otra sustancia.
En los frutales hay albaricoques y melocotones, mientras las plantas y flores cultivadas adornan el Palacio Pontificio.
Como era de esperar, todos los productos -huevos, leche, aceite y carne- terminan en la mesa del papa en primera instancia o en el supermercado de Annona, más allá del río Tíber, por lo que también se benefician de la excelencia de esta granja los ciudadanos italianos.
En estas 55 hectáreas tampoco faltan decenas de colmenas de miel y de olivos que producen 3.500 litros de aceite refinado al frío.
En este paraje no contaminado se alojaron en un tiempo un par de gacelas regalo del delegado apostólico de Egipto al papa Pío XI, muy aficionado a los animales.
Cada pontífice ha tenido su propia relación con el complejo, afirman los medios, y, así, durante la II Guerra Mundial Pío XII abrió la villa a 12.000 personas. Juan XXIII hacía largas caminatas, mientras Pablo VI amaba los árboles frutales. Por su parte, Juan Pablo II se paraba a charlar con los paisanos y hoy Benedicto XVI se informa de la marcha de la granja y, además, cada domingo no deja de probar el aceite virgen untado sobre pan tostado.
Carmen Postigo.
Foto: Racchio