El cuerpo humano se divide en tres partes: cabeza, tronco y extremidades; pero si nos ceñimos a los principios de la fraseología gastroanatómica popular, hablaríamos de perola, lomito embuchado y brazos de gitano, por ejemplo. Ya sabéis por dónde van los tiros, pero os recomiendo fervientemente que os quedéis al recital de alusiones gastronómicas referidas al cuerpo humano que tengo preparado para vosotros.
Empezamos por arriba, por la cabeza: ¿quién no ha oído nunca las expresiones «cabeza pepino» o «cabeza huevo» para referirse a alguien con el cráneo a su manera? Pues eso no es nada, las cabezas son todo un blanco de gastroalusiones de lo más variado: decimos que tienen «cara pan» quienes gastan una jeta algo simplona de más de una palma; la «nariz como un pimiento», los narizudos resfriados; los «ojos como platos», los incrédulos; la «boquita de piñón», quienes aprietan los labios para forzar la expresión y mostrarse más seductores; «cara paella«, los adolescentes con acné; «cabeza seta» o «cacerolos» los que se rapan el pelo por abajo y se dejan melena por arriba; «ojos almendrados», los de los ojos más bien grandes, rasgados y ligeramente apuntados por los extremos, etc.
Vamos bajando, y en la garganta misma nos encontramos con un hueso saliente al que llamamos «nuez» (que también se usa para referirse al cerebro, por razones evidentes); pero son el busto, y en general, todas las zonas que ocultamos de nuestro cuerpo, las que acaparan un mayor número de gastroexpresiones. Y curiosamente, en la familia semántica de lo erótico gastronómico, lo que abundan son las frutas: «los melones o las peras de ésta», «las brevas de aquélla», «el higo del otro», «el nabo o el ciruelo del de más allá», etc.; por no hablar del juego que dan los «plátanos» y «bananas», los «pepinos» o las «zanahorias». Pero a poco que lo penséis, descubriréis varias decenas de términos referidos a nuestras partes más íntimas relacionados con alimentos de otro tipo. El ejemplo más claro son los renombrados «huevos», pero hay muchos más: las «salchichas», las «chirlas», los «altramuces», etc. Dejémoslo ahí.
El resto del cuerpo tampoco se libra de imaginativas alusiones gastronómicas con un sentido lógico. Todo el mundo entiende por qué llamamos «queso cabrales« a los pies de algunos, «mejillones» a las uñas de otros, «cebollas» a las axilas de muchos, «jamones» a las nalgas de más de la cuenta, etc. Me resisto, por decoro, a entrar en el análisis de la fraseología gastronómica relacionada con lo escatológico, pero aquí las posibilidades son infinitas. Por el camino nos hemos quedado las abdominales, que últimamente -cosas del fútbol- se comparan con «tabletas de chocolate», las «barriguitas cerveceras», los torsos de «fideo», etc.
Pero la cosa no queda aquí; en un plano más general, cuando nos referimos al aspecto, al carácter o a la condición de algunas personas, recurrimos a alimentos, sabores, incluso a recetas de comida o a técnicas de cocina. ¿No se os ocurre ninguna? Os refresco un poco la memoria: llamamos «bombones» a quienes están de muy buen ver, «melones» a los testarudos, «cebollinos» a los torpes, «limones» a los antipáticos, «salaos» a los simpáticos, «sosos» a los simples, «dulces» a los agradables, etc. Decimos que «nos dan calabazas» cuando nos dan plantón o cuando suspendemos un examen; que «alguien está de toma pan y moja» cuando derrocha sex-appeal por los cuatro costados; que «le falta un hervor» cuando le falta madurez; que «es desaliñado» el que se viste sin mucho esmero; que «estamos como flanes» cuando perdemos los nervios; que «tenemos la empanada encima» cuando estamos dormidos; que «nos ponemos como tomates» cuando nos ruborizamos; etc.
La fraseología gastronómica y gastronanatómica popular, son un ejemplo de lo presente que está la gastronomía en nuestra realidad cotidiana. Al fin y al cabo, subsistir pasa por comer, y el deseo de comer nos hace pensar en comida a todas horas, y en cualquier tipo de circunstancia. Ahora quiero escuchar vuestras sugerencias que, como siempre, serán mucho más interesantes que las mías.
Foto: M. Gifford
Ayyy, chocho (por los altramuces, claro) te comería a muerditos empezando por los quesitos (porque seguro que tu de cabrales nada) y terminando por la cocorota (¿esto tendrá algo que ver con el coco, o no?)… Qué post más salao.
«¡Estás más dulce que una piña!» jejeje…
Un post mu´ salao!
La cocina también nos saca una risas, genial 😉
¿Veis? Ahora estoy rojo como un tomate… Sofi, me has llamado «shosho»… 🙂
Qué divertido.
Haciendo memoria muy rápida recuerdo a una profesora de mi instituto a la que llamaban la Gamba, porque tenía un cuerpazo pero de cara era, la pobre, fea como robar a un ciego. También me viene a la memoria cierto personaje de importancia en la política cacereña que tenía unos dedos morcillones incapaces de tocar una sola tecla del ordenador a la vez, con la consiguiente dificultad para introducir sus contraseñas.
Seguro que recuerdo alguna otra….
Lo de las gambas lo conocía, Antonio. Recuerdo que en las edades de la crueldad que todos hemos pasado se decía eso de «quitas la cabeza y te comes todo lo demás»… Lo de los dedos como morcillas no se me hubiera ocurrido. Madre mía, ¿hay fotos de este hombre? Gracias, amigo.
He disfrutado mucho de tu artículo.
Los abdominales, que aquí llamamos tableta de chocolate, en inglés se conocen como los 6 pack abs, o las 6 latas de cerveza.
También llamamos bollicaos o chocolatinas a los guapos.
O decimos que están como un queso.
Saludos de El mundo del chocolate
Y yo he disfrutado con tu comentario, Nerea. Gracias por tus chocoaportaciones. Lo de los Bollicaos me suena, pero creo que era más habitual en el grupo de las chicas… Saludos y mucho ánimo con tu blog. P.D.: Leí la entrevista a Olga Yenou, y me pareció muy interesante.
Muy buen, Ricardo. La «populigastroerotoanatomía» requiere su capítulo aparte. xD
😀 Querido Vicente, ahora tengo un nudo en la lengua por tu culpa… Pero tomo nota de tus sugerencias.
también llamamos yogurines a los jóvenes adolescentes de pocos años. Y aquello de toma pan y moja…
muy interesante, jejeje
Muy bueno lo de los yogurines, Rosa. Si es que somos homo grastronomikus… 🙂
Y la piel de naranja que tanto afea los bikinis veraniegos.
Y cómo nos gusta acariciar una piel de melocotón.
😀 Aquí cada cual a lo suyo… ¡Muy sugerente, Esteban!