Todos necesitamos comer para vivir, y nos encanta darnos algún festín con los ingredientes que más nos gustan: postres, embutidos… Pero evidentemente le podemos encontrar muchos más usos a la comida, y hoy os vamos a hablar de uno que no deja de ser curioso: ¡las guerras de alimentos! Y por supuesto vamos a dejar a un lado la demagogia de «tirar comida mientras hay gente que se muere de hambre es una vergüenza», porque a diario se tira el 50% de la comida que se recolecta, por la especulación del sector agroalimentario en la compra-venta de los productos perecederos.
¿Y por qué nos detenemos en la guerra de comida? Como sabéis, el deporte es una buena forma de quitarnos el estrés y desahogarnos de los problemas de la vida, el trabajo… que a veces terminan por provocarnos ansiedad. Y si bien comiendo una buena tarta de mousse de chocolate las penas pueden ser menos penas, corriendo un poco, jugando a un deporte colectivo, etc.; podemos quitarnos el estrés de encima y afrontar otros días con más calma. ¿Pero acaso no podemos hacerlo a lo grande con la comida? Aquí os enumeramos algunas de las guerras de comida más famosas y peculiares:
- La Tomatina de Buñol: en esta pequeña localidad de Valencia (España), el último miércoles de agosto sus habitantes se enzarzan en una pelea de tomates que dura una hora, y donde todos pueden dirimir las disputas con sus vecinos a tomatazo limpio. ¿Qué mejor manera que vengarse de los vecinos que aquél fin de semana movieron los muebles cuando tratábamos de dormir, o aquel espabilado que nos quitó el aparcamiento al lado de casa? Además, los tomates que se usan normalmente no están destinados al consumo, sino que son cultivados expresamente para esta fiesta, por lo que hay menos polémica.
- La Raimà: en la Pobla del Duc (Valencia), desde hace unos años, en agosto se viene celebrando una particular guerra de uvas, donde 7 camiones aprovisionan a todos los habitantes de la población, para que se tiren uvas (y racimos enteros) los unos a los otros, dejando todo pintado de color violeta. Y como no todo va a ser «violencia», tras terminar la batalla se elige también a Miss y Mister Raimà (la parte buena es que con tanto vino de por medio, puede ganar cualquiera, guapo o feo). Una batalla muy parecida a ésta se vive en la batalla del vino de Haro (en la Rioja, España), pero aquí se opta por arrojar vino y no las uvas en sí (abstenerse no alcohólicos, porque raro será que no abráis la boca y os caiga un buen chorrito de vino).
- La batalla de las naranjas: en Ivrea (Italia), y coincidiendo con las fiestas de carnaval, se celebra esta peculiar guerra, con un transfondo un poco violento. Esta tradición surgió porque hace siglos un noble secuestró a una doncella para acostarse con ella (haciendo valer el derecho de pernada), y luego se jactó de ello al día siguiente en su balcón. El pueblo se enfadó y le cortó la cabeza, así que ahora ya sabéis qué representan las naranjas. En todo caso, «cuenta la leyenda» que en estaba batalla puedes ser un mero espectador si te colocas un gorro rojo, aunque no os recomendamos tentar tanto a la suerte. Varias carrozas (de la que un jurado elegirá la ganadora según sus méritos) representan a los señores feudales, y la gente, al pueblo enfurecido.
Evidentemente, hay por muchos pueblos fiestas con el agua como protagonista (no, no hablamos de las fiestas de la espuma), donde durante una hora, y cubo en mano, todos los habitantes de distintos lugares deben empapar a sus vecinos sea como sea. ¿Y vosotros? ¿Conocéis alguna batalla de alimentos peculiar?
Conocía la tomatina de Buñol, pero la fiesta esta de italia en la que se tiran naranjas, es la primera vez que tengo noticias de ella.
Y la verdad es que una naranja puede hacer mucho daño.
Pues en la fiesta del Jarramplas, en Piornal (Cáceres), las guerras son ni más ni menos que a base de nabos: http://es.wikipedia.org/wiki/El_Jarramplas
Menos mal que los que reciben los lanzamientos van bastante protegidos. Aún así, la paliza que se llevan es tremenda.
No puedo con estas cosas en las que se desperdicia la comida sin más, con la de millones de personas que hay sin tener qué llevarse a la boca… Sé que muchos pensarán que lo que digo es demagogia, pero no puedo evitarlo, es verlo y me acuerdo de esas pobres personas (sobre todo de los niños) que se mueren de hambre.
Yo estoy contigo, Sofía. Lo de jugar con la comida siempre me ha parecido frívolo. Cuando veo cada año los camiones llenos de tomates para la tomatina, suelo hablar en arameo sin saber arameo 😉
Mmmm yo lo veo de forma diferente.
Si esa comida desperdiciada (y muchas veces perecedera), se les hubiese comprado a ellos, y se les dejase sin comida, me parecería correcto. Pero estos alimentos, en algunos casos, han sido comprados exclusivamente para estas fiestas, en otras son restos…
El verdadero problema de la hambruna, son las especulaciones que se hace con la comida, tanto en España en los mercados (donde se tira una barbaridad de comida solo para jugar con el precio del mercado y pagar lo mínimo), como las empresas dañinas que juegan con lo que se cultiva en países pobres, comprándoselo por una miseria, y vendiéndoselo a las propias personas que lo compran, a precios inalcanzables. Por desgracia, las ayudas que mandamos palían pero no solucionan el problema, que sigue siendo el de siempre: el primer mundo favoreciendo guerras allí, expoliando sus pocos recursos, y jugando con sus cultivos. Y si directamente no tienen nada, pues ni eso.
En mi opinión, que la comida no haya sido comprada para dársela a quienes lo necesitan, no justifica que esté mal hecho. Aunque sólo sea por dignidad, yo creo que mientras haya una sola persona pasando hambre en el mundo, no deberíamos ni plantearnos utilizar la comida para jugar. Sobre todo porque hay otras muchas alternativas a la comida para jugar. Es un debate parecido al de los biocarburantes, aunque aquí al menos se obtiene un beneficio medioambiental.
Bufff… ¿pero en qué momento cruzamos la línea?
Mejor no compremos móviles de última generación, porque lo fabrica gente explotada en países pobres, y apenas tienen para comer. Lo mismo con portátiles, ropa de marca (¡hay niños que no tienen ropa y nosotros gastándonos un dineral absurdo en ella, o teniendo decenas de zapatos en el armario!).
Creo que el problema del hambre no se arregla con esto, que no deja de ser un festejo 😉
Yo creo que cada cuestión hay que abordarla por separado. Si en el mundo hay 1000 cosas mal y tú militas contra una, yo no le voy a quitar validez diciéndote que no haces nada contra las 999 restantes. No podemos ser absolutistas a la hora de abordar las cosas que no nos parecen bien. Ciñéndonos a nuestro tema, el de los alimentos utilizados para jugar, yo creo que podrían ser donados a necesitados y se estarían empleando mejor. Aunque el mero hecho de no usarlos para jugar, se haga con ellos lo que se haga, ya eliminaría el factor «vacile» o de «insensibilidad» con quienes, pasando hambre, tienen que ser espectadores de estas frivolidades.
SI bien estoy de acuerdo contigo en cuanto a todas la cosas que hay en el mundo, discrepo con lo segundo. «Atacar» o pensar que es insensible esta celebración, cuando algunos de esos alimentos son perecederos y a duras penas podrían ser recibidos con un mínimo de calidad en países del tercer mundo, creo que no es del todo justo. En las lonjas de alimentos se tiran toneladas por no conseguir el precio que se quiere (y ellos lo tienen más fácil para envasa y enviar alimentos a cualquier lugar), al igual que en algunos supermercados (que no permiten que los alimentos sean usados por los más necesitados).
¿Frivolidad? No lo tengo tan claro. Me parecería frívolo en los casos en los que justo el que tienes al lado se muera de hambre pudiendo darle tú el alimento, pero en estos casos en los que la mayoría poco podría hacer para que llegase, o que no solucionase el problema de raíz…
Cierto es que lo veo de una forma diferente, pero entiendo tu opinión, y me parece muy válida 😉