Las ensaladas han sido y son demandadas por un porcentaje elevado de clientes en restaurantes y locales de comida basura, como alternativa «light», sana, ligera o baja en grasas; al resto de la oferta de los menús. Pero si uno acude a un «fast food» a la fuerza, o por circunstancias, y acaba pidiendo una ensalada como opción saludable frente al catálogo de hamburguesas, pizzas, perritos calientes o patatas fritas de la carta, seguramente no las tenga todas consigo.
Personalmente, en los últimos años he venido observando cómo las ensaladas, consideradas en algunos establecimientos como «platos menores», se han visto reducidas en algunas franquicias de comida rápida a un preparado de abundante lechuga mal seleccionada y no siempre todo lo bien lavada que debería, acompañada de un puñado de ingredientes que intentan justificar su nombre en la carta: un poquito de pasta si es una «ensalada de pasta»; unas tiras de salmón si se trata de una «ensalada de ahumados»; unos picatostes con pollo si su nombre es «ensalada César»; o un par de tomates cherry, unos tacos de queso y tres aceitunas negras, si se nos ha vendido como «ensalada griega».
Pero el lado preocupante, en mi opinión, viene fundamentalmente de parte de los sobres de salsas precocinadas que, en muchos casos, acompañan a las ensaladas: salsa de queso, salsa de yogur, salsa tártara, salsa rosa, salsa de ajo, etc. Aderezos aparentemente inofensivos que, en la mayor parte de los casos, tienen una elevada cantidad de sal, además de su correspondiente dosis de grasas trans, grasas saturadas, etc. Cuando así sucede, las ensaladas pasan de ser el estereotipo de la comida saludable, a convertirse en una opción engañosa.
Al hilo de este tema, hace poco llegó a mis manos un estudio de la CEACCU sobre las ensaladas de los «fast food», que viene a refrendar mis sospechas. En el mismo, después de analizar las ensaladas de varias conocidas franquicias de comida rápida (pizzerías, hamburgueserías, mexicanos y «bocaterías»), se llega a la conclusión de que el aporte de sal de éstas sobrepasa la mitad de la cantidad diaria recomendada.
Y es que en el caso de las ensaladas, aunque muchos establecimientos intenten utilizar el término como mera estrategia comercial, el hábito no hace al monje. Bajo la denominación de ensalada pueden caber muchos conceptos, pero no todas se atienen al presupuesto ideal de comida sana y ligera. Hecha en casa, y en muchos casos con un coste mínimo, una ensalada con brotes de verdura, tomate, un puñado de frutos secos, algo de pasta, un picado de jamón cocido o curado, y un aliño de aceite de oliva, vinagre y la cantidad de sal justa; es una ensalada de verdad. Y francamente, no sé por qué en determinados restaurantes cuesta tanto hacer las cosas bien. Simplemente, bien.
Foto: La.blasco
Eso y que ahora parece que no se puede hacer una ensalada sin vinagre de módena y rulo de cabra. Y las bolsitas que venden en supermercados de ensaladas «frescas» con unos tronchos duros de lechuga y unos trozos secos de escarola y zanahoria… infame!!
Yo he sido testigo, cómplice y cooperador necesario de hacer desaparecer de la mesa los platos de ensalada que nos iban sacando para abrir boca y que no consistían más que en unos buenos tomates, cebolla fresca, aceitunas negras y unas guindillas verdes, regado con aceite de oliva y un chorro de buen vinagre. Eso y un buen pan para mojar y pa qué quieres más!!
Muy buena tu reflexión. El uso de la palabra «troncho» es correcto es gran parte de las bolsas de ensalada, sí. 😀
Para mi, un buen lavado y certrifugado es esencial, incluso en las bolsas que ya indican «para comer», las lavo y dejo un rato en la nevera para que se refresquen, luego las aliño y si quiero adornarlas, ya es ingenio de cada uno.Pienso que este tratamiento, difícil lo hacen fuera de tu casa.
Haces bien. Nunca está de más… 😉
Es el concepto americano de ensalada: «eso que se encuentra debajo de los filetes». Resulta engañoso; y lo peor de todo es que la estocada pescuecera que te dan cuando pides una ensalada es infinitamente más grande que cuando te comes una hamburguesa tamaño «king size». Si quieres comer sano tienes que pagar más; aunque el coste de producción de los productos sanos sea más bajo que los de los nocivos